“Hay algo más
entre el cielo y la tierra,
Horacio, de lo que ha
soñado tu filosofía”
(W. Shakespeare, Acto I, escena V
de Hamlet, príncipe de Dinamarca”.)
Capítulo I
REFLEXIONES
1) A LOS
DIOSES
“Y yo sigo
obedeciendo
religión de samurai”
Betina Canalis, “Amarcord”
TEO.
Te revelé los más profundos misterios.
A las horas de Noche
describí cada secreto, cada nombre
de cada ejercicio, de todas las traiciones.
Te dí mi cuerpo.
Lo vapulearon como al peor de los enemigos
y así, vencido,
inicié nuevamente mi camino.
Te dije las palabras de los dioses
y los hechos y pasiones de los hombres.
Despreciaron mi origen, mi destino.
Mi muerte soslayaron con sus voces.
Te dí mi mente.
De un maltrato a otro fue cediendo
desgarrada a mordiscones por los Otros.
Le quitaron todo
y aun así todavía anda flotando
en el cuño de algunos –que mentían-
y mintiendo condenaban con su fallo.
Te dí mi alma.
Nadie daba por ella dos centavos.
La juzgaron bondadosa pero torpe,
lo hicieron con el juicio de los hombres.
Le cambiaron los conceptos a su antojo
y donde nada había vieron algo
y donde yo lo puse todo vieron nada.
De todos modos gracias,
gracias.
Gracias por la lluvia y su sonido.
Gracias por el sol y sus estruendos.
Ando suelto, y he vivido.
HERMES.
(para Ángel Sanzó)
Veo una forma entre las formas,
y el todo ahí,
inmensurable y cierto como todo,
se ríe de las formas y sus modos.
Todo aquí,
aquí en las formas y sus modos.
y uno en medio del camino
quiere andar hacia atrás
-hasta el principio-
y la marea dice
y la marea grita
imposibilidades que se cierran
sobre sí mismas
como puertas desquiciadas
sosteniendo que arriba queda arriba
y que abajo,
abajo ahí en el vano.
Magia aquí en la tabla;
en la esmeralda.
Magia en la forma, en todos lados.
Magia en este oscuro mediodía
de esta forma consciente que es la vida
nada más.
Pero tampoco nada menos.
Sólo cambia el cuerpo
a cada tanto
y el mártir reencuentra al victimario.
Cambio de vestido y de lugares,
breve mutación en el lenguaje.
y al final,
lo de arriba es igual a lo de abajo.
FASES DE KRONOS.
Primero fui tres:
Teatro; sol.
Prosa, poesía
y eso era todo (tres)
Luego vino el mago
y me reparió
entre dos espejos.
(Así, así, así…)
Entonces fuimos siete
hombres fuertes debatiéndose
en ardorosa pelea.
Nadie la nombraba,
Pero también estaba Ella.
La ciudad come-hombres
me devoró al fin
y afortunadamente
empezó por mi sexo.
Y palabra va,
viene androginia.
Y descubro que esto me faltaba.
No copular con la mujer
para asirme a las palabras,
prescindir del cuerpo
e idear el acto y su concepto.
Ahora éramos tantos –tantos más-
adentro de mi espacio, reducidos
a la mínima expresión y continente
del ser, del yo, de la persona
que tensamos la cuerda hasta vibrar
en vibraciones apenas perceptibles
y entonces sobrevino la implosión
y algunos desaparecieron.
Y ayer seré mil como otras veces
salpicando a los demás con mi presencia
y seré además uno más entre los otros
y seré uno solo en esta tierra
y asimismo seré Uno con el Todo.
TRINIDAD.
De tanto esperar un cambio
resulta que la lluvia me respeta,
en las nubes espera agazapada
que trasponga la puerta de mi casa.
Unas gotas desnudas y sin frío
epilogan mi llegada y cigarrillos
(ahora sí, me manifiesto,
y tomo uno al azar y lo enciendo
y entiendo de calores y de abrigos)
De tanto esperar agazapado
resulta que los cambios me respetan
y las palabras brillan hacia afuera
pues soy yo quien al fin está cambiando.
Ahora sé que soñar es legal,
que los hombres se conocen por el nombre
si resuelven ciertas ecuaciones
en plenas madrugadas de tormenta.
Ave, césar.
Ahora que me he vuelto imprescindible
en ciertas horas para algunos agujeros
que sólo pueden existir en Buenos Aires
me saludan los duendes si decido poseerlos.
Salve, Cristo.
Compañero de desgracias aparentes
y de marcas que caminan por el cielo.
Guía inmarcesible y el Camino
hacia sistemas homocéntricos y eternos.
Viva, Dios.
En algún punto de la Noche
nos unimos en el medio de la calle
y no saben las baldosas, ni responden
por qué caen las gotas sin mojarme.
REFLEXIONES
2) Bajones
“…¿quién me
preparó para la victoria?
(Was erzog dem Siege
mich?”)
Federico Hölderlin,
A Hércules.
LA
GRAN
CAÍDA.
Fui cayendo
de a poco en aquel pozo
sin una
sola estrella,
con un
único fondo
de vasos de
alcohol
y gruesas botellas.
“estamos
todos solos”
me había
dicho y repetido el ciego.
No entendí
de lo que hablaba por un tiempo,
el pobre
debe haber hablado solo.
“nadie es
dueño de nada”,
él me
escupió, inspirado.
No escuché
sus palabras,
pero
tampoco las he olvidado.
Dijo que
estar solo es como un pozo negro.
Abrí
entonces los ojos, admirado,
no tuve más
sonidos en los labios
y mudo ví
que estamos todos ciegos.
Viejos
dichos suyos hoy son míos
(nada nos
pertenece)
Quien los
quiere, los tiene.
Ciego, ¡qué
absurda fue tu vida!
Hoy, noche
de botella,
me bebo el
cielo de un solo sorbo;
el ciego me
sonríe desde el pozo
y miente
que está viendo las estrellas.
TRISTEZAS
DE MADRUGADA
Duele el
piano, despacio.
Con ese
gusto a blues de madrugada
me veo
caminando solo y solo, sin nada
(qué triste
estar tan quieto, -quietud de hojas en blanco-
imaginando
la calle y su asfalto,
un taxi, la
prostituta y su cielo)
El aire de
la noche
florece
–marginal- en mi ventana
y escapa
raudo, donde
está lejos
mi cama
y un falso
aspecto de hombre.
(sólo debo
saber
dónde
esconder el tiempo,
qué bohemia
será la que te abrace
y cuál la
extensión de tu cuerpo
cuando sea
la muerte quien te alcance)
Porque
saberlo es el centro del mundo
y ombligo
del planeta.
Es tener el
pasado y el futuro
y un poco
de tristeza en ojos taciturnos
que
observan muy seguros
un posible
destino entre la niebla.
Y todo
empezará a pertenecerte,
noches y
hojas en blanco.
Las
guitarras, los parches y los saxos
serán tuyos
las veces
que lo
quieras, y el hueco de tus manos
ha de reconocerte;
y nada
podrá dolerte
cuando esté
sonando el piano
TENGO…
Tengo lo
que yo tengo
lo tengo
guardado aquí.
Manos
tristes, desapego
A mí mismo…
De vivir.
Es real que
estoy en contra
del favor a
mi favor.
(es claro,
no me nombran
los
tratados de tu amor)
tengo un
vaso de vino
y un camino
sin flores
tengo
proyectos míos
compartidos
con mis noches.
Tengo
noches prestadas.
Tengo
miedo, tengo nada
alrededor
de la nada.
Tengo frío
si tengo
lágrimas
que no caen,
palabras
que no salen
ahora que
falta tiempo.
Sobre todo
eso: Tiempo
que no me
pertenece,
tengo lo
que no tengo
y aquel
frío que crece
hoy tengo
que me falta
aquello que
me necesita.
Tengo un
alma que sangra;
tengo a
Dios en un grito
y un millón
de palabras
que no
salen,
que no
digo.
REFLEXIONES:
3) A LOS
HOMBRES
“Dichoso
quien puede conocer
las causas
de las cosas”
(Felix qui
potuit rerum cognoscere causas)
Libro II,
Oda XX
MAREAS
Sibarita de
marea diferente,
al acecho
de placeres ultra sensos
no pensaste
jamás el génesis
de
meridiana respuesta,
amor en
serio.
En
epicúreos deleites del sentido
derrochaste
complacencia tras agrado,
mas en
mañanas de goce anacreóntico
desdibujaste
placer tras pena y daño.
Elemental
tu argumento y tu desdicha,
cabalgar
hasta el fondo de tu noche…
Indolentes
senderos sin salida
te situaron
entre el tormento y… ¿dónde?
ves
hedonista el rodeo que rodeas,
es
diferente del sentimiento.
(Algo
cambió en el juego de las mesas
y la reina
hoy cotiza cenicientas.
El as cobró
un aspecto de plebeyo…)
Rey de
todos
los
derrotados:
Han
cambiado las la mareas.
DOMINGO,
TARDE
Mejor que
hablar de amor,
es el amor
y abandonar
sagrados ritos
panegíricos,
reflejos,
sucedáneos
imperfectos del amor,
necesarios
solamente en un instante
de una vida
sin amor.
Un gusto a
muerte.
Felicidad
que me transporta
hasta el
barco que un día
creí que
imaginaba en la montaña,
pensé que
se mecía entre la grava.
Necesito de
disfraces todo el tiempo,
cada vez
que caigo en cuenta de mi tiempo.
Barcos que
se mecen en la grava.
Conocimientos
de embarque:
giros y
estudios de la lengua
justo a mí,
que desconfío del lenguaje.
(Mejor que
hablar de amor…)
Conocimientos
de embarque.
En el fondo
del mar, ahí en silencio,
prevalezco
sobre todo lo que digo
si digo
amor y no lo digo,
si digo
amor y no lo hago.
Un gusto a
muerte
a cada
tarde, con la urgente certeza
de
sublimaciones imposibles,
conocimientos
vencidos,
si digo
amor y no lo digo.
El
imperfecto reflejo reclama a cada tarde
por la
excrecencia, la peor de todas las imágenes
que llega y
se prostituye por seis dinares.
Sin
talentos, sonríen desde el vano de la tarde
los
demonios sin siquiera la esperanza
de alcanzar
una palabra.
Sin embargo
se acercan, imprecisos
Saben que
solo es cuestión de tiempo,
tiempo y
conocimientos.
Estoy solo
tres estadios adelante
y pese a
todo voy corriendo
prque
ignoro el próximo motivo
y no sé si
la trama está completa.
La tarde
cae. Ésa es su costumbre;
se
prostituye en los vestiglos de la noche.
La cábala
otorga a las luciérnagas
mejores
resultados en silencio.
“Tres, dos, tres”, les indica el ritmo
y entienden
el ser de lo que pasa.
-y al fin
es lo que son, y yo lo digo-
Un domingo,
la tarde que se cae.
Luciérnagas
prestas a extirparme
lo peor de
mí que es ahí donde me meto,
un hombre
que cree que piensa
que la Noche compra tardes por
dinares
y que hay
tardes que caen,
que caen.
Que se
caen.
TIEMPO
TRIPLE.
Hay un
destino de papeles
que andan
por la casa,
doblados,
arrugados, escondiéndose
a cada paso
del que pasa
y son
ajenos.
Los libros,
pacientes en su espera
se apilan en
filas desprolijas
y sonríen.
Sonríen con
una magia que es ajena.
Se
estacionan ahora en doble fila
y los de
atrás
duplican el
tiempo de su espera.
Quizás
exista un
tiempo doble o triple,
de palabras
heladas, conceptos vacíos
que pase
por adentro de los libros.
Qué
ignorancia inhumana me rodea.
Qué certeza
burda en la materia.
Un tiempo
lineal.
Libros.
Vibraciones
que agonizan, advertientes,
sobre un
tiempo doble o diferente:
la máquina
indecible
de todos
los papeles.
Un espacio
nuevo en el espacio
y un tiempo
que vibre pero triple.
Separado de
todo, pretendiente,
me hundo
hasta el cuello en la pregunta
de la vida,
que es la muerte y circunda
a la
máquina indecible y nadie entiende.
Fundido con
el todo, incipiente
pedazo de
futuro sin futuro
(tiempo
triple)
me río de
mí mismo y de reírme.
De reírme
en los papeles.
HOMENAJE
(A César
Vallejo)
Vas lejos,
con una
mirada que ni se entiende,
pordioseando
a una muchacha
que no sabe
si te quieres.
Vos, que
vertiste en tantas mentes
de la gente
de mi pueblo
miradas que
no se entienden,
vos
(¡Oh, mudo
estruendo!)
no estás
muerto
LO QUE
VENDRÁ
I
No quedará
de mí ni la memoria
ni la
palabra rota ni sus ecos.
Entonces
habré sido tantas cosas…
Y de las
tantas, la última, el recuerdo.
Habré
apagado luces en el día;
ese
múltiple camino hacia la noche.
Entonces
habré sido tantos nombre,
y de los
tantos, siempre el de la vida.
Explotarán
soles por doquier
a
inopinadas horas, y nunca será tarde.
II
Se detendrá
la expansión por un instante
y en ese
instante…
¿Cómo
explicar un incendio en el océano?
la feroz
exhalación de un aire extenso…
el espacio
más grande que jamás haya crecido,
hielos
candentes de un fuego inexistente.
El regusto
indoloro de una enorme muerte,
justo
después de haber llorado por un perro.
Agotada la
esperma por completo,
no se verá
futuro ni deseo.
Detrás del
cieno y de la magma
quedarán
apenas las sonrisas
en dos
planos solamente y ni siquiera
habrá sepia
que indique nada hacia el pasado
porque será
el límite una curva,
el tiempo
aquel espacio mis tres muertos.
III
Ave el día
que levanta
la postrera
etapa amanecida,
final,
perpleja
(aunque
esto es sólo conjetura)
de los
lábiles fogosos miramientos
que
avecinan el portal de la noche también lábil
porque será
casi lo único que quede.
IV
No importará
tampoco la bandera
que
enfurecía a aquel estúpido del perro
ni la otra,
la que daba tanto orgullo
y nos hacía
estúpidos de veras.
No
importarán los trabajos importantes
ni las
cláusulas por moras en los pagos
ni los
nerviosos escritos ni las cartas-documento
ni las
madres los sobrinos o los tíos o los padres
ni las
naciones ni los perros ni los niños:
todos
muertos, todos muertos.
Todos
muertos.
V
Adiós al
olor del romero en el aceite.
Adiós
Renoir, Daguerre, su mirada.
Adiós al
tango, a la novena sinfonía.
Adiós a los
senos, los pezones, las guitarras.
Adiós a la
soda explotándote en los labios.
Adiós al
vino y al caviar, adiós a la champaña.
Adiós
también a aquellas cosas que se piensan:
Adiós a la
teoría de los campos relativos.
Adiós al
binomio cuadrado perfecto.
Adiós a las
medianas y tangentes, chau a las rectas.
Adiós a
todos los metros y patrones.
Adiós a la
matemática, chau historia, chau.
Adiós a
todas, cada una de las ciencias.
VII
Adiós al
yo, de paso, porque pasa.
y pasando
me recuerda que estoy vivo.
Tejiendo
historias para cuando me vaya,
con la
esperanza siempre intacta
aunque
pierda mi batalla ante el Olvido.
REFLEXIONES:
4) YO Y EL
MUNDO
“Cada cual tiene un
triple en el bocho”
Charly García,
Promesas sobre el
bidet.
ALGUNAS COSAS,
POCA COSA
Los
heroicos guerrilleros de la izquierda
Los
locutores radiales de avería
Los enanos
de jardín
de narices
rotas
de caras
despintadas
Las manos
sucias de sangre
El pelo
negro de barro
El último
suspiro de algún pájaro
Los
horribles guerreros de derecha
Las
palabras de oquedad perfecta
Los
contradictorios piquetes fálicos
de
todas
Las
manifestaciones femeninas
Los vientos
de la eterna guerra
Los
reproches constantes de las madres
Las hamacas
rotas de las plazas rotas
La verdad que
se soslaya
La paz que
nunca llega que no llega nunca
Los que
hablan porque hablan
La calle
que está dura y cuánto dura
Las
maestras de las escuelas primarias
secundarias
terciarias
Los jefes
sinequanon los guardias
Las mujeres
que cobran por hacerlo
Los hombres
que pagan por lo mismo
Los
mentirosos los malos los felones
Los faltos
de armonía las excusas de los cerdos
Los
desastres imprevistos-desprevistos
Los
ladrones las neurosis los hongos
Los
resfríos los dolorcitos los mocos
Las
ventanas que se abren la excrecencia
La
decrepitud de la carne el box el ¡ox! el óxido
La presión
el trabajo las esposas
El dinero
la perversión la música barata
Los
horarios las sábanas húmedas de semen
El subte
las bolas que no entran
Las camisas
sucias las paellas
unas horas después de
las paellas
Los bidets
que no funcionan los metalenguajes
Las
casillas las celdas no elegidas los suicidas
La pobreza
que envilece los espíritus envilecidos
Los hedores
la riqueza que envilece
Las
desgracias los bajones los robos los asaltos
Los lípidos
las grasas las bombas nucleares
La falta de
respeto los drones los pertrechos militares
La leche
agriada la mugre los malos ratos
Los
cráticos los tibios las cimas aparentes
Los
encendedores que no encienden los cigarrillos
Los desamparados
los crápulas los malintencionados
Las migas
en el piso los relojes que atrasan
adelantan
El tiempo
que no los necesita los soldados
Los
infartos de miocardio los derrumbes los jefes de gobierno
Los
desencuentros los encuentros la nada
La pasividad
los aparentemente inmóviles
Las
máquinas de matar la muerte en general
Los
inoportunos los médicos los hipócritas las luces apagadas
Los
blabletas los abogados los que creen que razonan
Los
orgasmos a destiempo las vulvas malolientes
Las
ciudades esquizofrénicas los ferrocarriles clausurados
Los tipos
los prototipos los estereotipos
Los peores
en su género los géneros peores
Las
involuciones los genocidios el cansancio
Las
estupideces los hábitos los vicios
Las
partidas dolorosas los zoológicos los leones
Las
panteras los jaguares que no cazan lo que comen
Los que no
comen los que pelean los fanáticos las masas
Las
culturas extinguidas los irreverentes los demasiado reverentes
Los gritos
impacientes las hinchadas
Los
ladrillos en el aire los que mercan con la carne
Los
alcahuetes las alimañas los que toman a los niños
Los diarios
proxenetas cómplices de las dictaduras
Los
ahogados los fantasmas los quemados los libros inhallables
La
información genética el microscopio electrónico
El cambio
de información genética por microscopio
Los
electrones la fisión del átomo los tomos
La locura
el genio falso los falsos centros
Los
mediocres los by-pass las médulas rotas
Los rótulos
las rótulas cos cóxices los esqueletos
Los puses
los chancros los síndromes…
Las cosas
Dejen de
joder en los próximos milenios.
SOBRE AVES
Y CALZADOS
Soy un
hombre lleno de pájaros
desde el
zócalo blanco: zapatillas
de caminar
a ningún lado.
(Me hacía
tan feliz andar sin rumbo fijo
y me fijaba
en todo lo que había,
pero
después olvidaba hasta el camino)
Más tarde
supe que había idiomas,
códigos,
claves y paliques.
Suspensos
enfáticos
y puntos y
comas
pero
inventé los míos y los dije
y empezaron
a reír ciertas personas.
Conseguí
sin embargo otras sonrisas
ajenas al
gentío, y sus miradas
me
indicaron que no basta la osadía
si no
termina en una charla con un hada.
Vivo lleno
de pájaros de entonces:
tengo miles
en el pecho por las tardes
y por más
que en las mañanas me incomoden
a sus horas
impiden que me marche
para volar
juntos por la noche.
Me incliné
hacia los códigos ajenos
y algo
anduvo bien pero no tanto.
Mi libertad
iba perdiendo
frente al
sutil espantapájaros.
Fui
entonces confuso aquí en el habla,
pero nada
de lo humano es para siempre:
con el
tiempo mejoré las huestes de mis palabras
y luego
nadie entendió nada.
Se me cerró
el pecho en el embargo
y me quité
por un tiempo aquellas zapatillas.
Pensando en
mi muerte o su fracaso,
no encontré
diferencias a la vista.
Quizás por
eso la implosión fue tan profunda.
Quizás,
aquella madrugada
-Tortuosa
oscuridad de mil penurias-
fuera la
mitad de algo que no acaba.
(Heme aquí
en el fondo de otra noche
esquivando
trampas de alguna pesadilla,
esquivando
el dolor de tanto azote,
soñando con
soñar toda la vida,
replicando
verso a verso, golpe a golpe
y calzando
aquellas viejas zapatillas.
FIN DE
FIESTA
(a la
Musa)
Hombre del
siglo veintiuno,
hombre del
espacio.
Y resulta
que aquello no era espacio.
Hombre
temporal
con
temporales que no sirven para nada.
Trócleas
inútiles,
enartrosis
que dejas sus esencias.
Astrágalos
muertos,
escafoides
apagados
y Atlas
vencido al sur de alguna estrella.
Sacros y
trocánteres profanados,
beso entre
cóndilo y occipucio,
el carpo
innecesario.
Resulta que
ahora es el futuro…
Un nuevo
ser anda en el espacio
y resulta
que esto no es espacio.
Nuevos
sentidos.
Sonidos
sintetizados por síntesis natural
y oído
natural recibiendo sin asombro
lo que
antes era un prodigio.
Y luego
un laúd
será un dibujo
más antiguo
para algunos
que la
flauta de Hermes y quizás
taña
ciertas aldabas por impulso
de unos
ojos virtuales y sin párpados.
El entender
condiciona la opinión
y cambia el
panorama -se reduce-
y cabe el
universo en una mano.
O siempre
cupo,
si resulta
que ahora es el futuro.
Hay que
cambiar todos los nombres
porque el
hombre es cosa del pasado.
Hartos de
todo,
vemos que
Dios está más cerca de un fetiche,
pero
nosotros muy lejos de nosotros.
Buscar un
lugar sin radiaciones
para
destruirlo nuevamente.
Ente tanto,
la nueva raza de hombres
se
maravilla ante un espejo como antes.
Un lugar de
crouths y oboes enormes
y violines,
caramillos y acordeones.
Un lugar
donde volver.
Volver a
vetebrarse.
NEO-LOGOS
Puedo armar
palabras
en
apariencia incomprensibles.
Puedo
caminar bajo la lluvia y extrañarte,
desearte.
Imaginar
que al doblar cualquier esquina,
quizás.
La amargura
se calibra por silencios,
y yo tanto.
Llueve y me
callo
lo que la
lluvia dice a cada gota.
Necesito
girar alrededor de alguien
o de algo,
da lo
mismo.
Hay quienes
aman
sin fijarse
a quién
o a dónde
dirigen sus
navíos.
en medio de
mares y tormentas.
Necesito en
cambio de los días tranquilos
o de algo
en qué pensar,
contemplando
el cielo y la tierra.
Cada
palabra aquí es una grieta,
que nos
lleva al centro de una idea.
Cada idea
es un creciente martirio
de los que
maravillan un instante
y luego
siguen
su curso en
el camino.
Me dejan
solo entre la lluvia,
penetrando
la tormenta,
imaginando
esquinas que quizás
nos digan
cuánto representan.
Puedo armar
palabras
-amargustia
por ejemplo-
pero a nadie
le divierten
los bufones
circunspectos.
Te cedo
entre los ojos mi balazo
y luego
ambos sonreímos
desde el
lado izquierdo de nosotros
pues
sabemos
que cada
uno de nosotros era el otro.
SENSACIONES
He conocido
el mar; su superficie
y he
colegido la distancia abisal de lo profundo
y el sol y
el cielo y las cosas del mundo
y los
lugares donde nadie vive.
He
percibido la pasión, el misterio
de las
cosas medibles por patrones.
Una mujer
que trasciende su cuerpo
y que
enciende los recuerdos mejores.
He comprendido
en su interior el fuego
aún debajo
de las lluvias indeseables.
(Compartidas,
muchas tramas del aire
resisten al
olvido y su escarmiento)
La música
eterniza vibraciones,
el tacto se
confunde con el todo
y la
belleza alumbra mil olores
brindando con
el juego de los ojos.
He subido y
bajado de mil modos
hasta los
hondos cielos de los mares,
y e vendido
y comprado por dinares
las
sempiternas tierras de los otros.
He cometido
infinidad de errores
con las
humildes armas de mi cuerpo
pero me
guardo aquellas sensaciones
que merecen
su solo en el concierto.
Errante y
errador de tanto tiempo,
asistiendo
a mis momentos mejores,
veo todo
confín del universo
muriendo en
las primeras sensaciones.
VIEJOS
CAUCES, NUEVOS RUMBOS
Vuelvo al
viejo cauce
(petulante,
indócil, potro, negro)
Estaba
perdiendo la forma de encontrarme
solo para
que me vieras mejor
de lo que
soy. Para encantarte.
Tonto de mí
mismo, ignorante,
caminé por
la vereda de la sombra
solo para
agradarte.
Soy mejor,
aún a costas
de mí mismo
y quien me alcance.
Hay que
escribirlo todo nuevamente,
perdonando
verdades temporales.
(¿Es que
hay otro tipo de verdades?)
Soy mejor y
todo el que me encuentre
sabrá que
no estaré por agradarle.
Hay canción
mejor que mi canción,
pero
descubrirla única y distante
de todo lo
que haya oído antes
es saber al
fin que soy mejor
Es haber
vuelto por fin al viejo cauce.
LA RESISTENCIA.
Puedo aún
reconocerme entre la bruma
pese al
intendente y su dislalia,
pese a
tanta baldosa mal emplazada.
Inventar
mil estrellas o ninguna
y quedar
bien parado en la parada.
Puedo aún
recordarme, todavía
aunque me
haya arrastrado tanto tiempo
en este
espacio. (Dicen que es la vida
la que
guarda algún viso de respeto)
Puedo aún
rememorarme.
Miles se
fueron caminando
antes que
yo,
y nadie
dijo nada del respeto.
Puedo aún
evocarme joven. Necesario
pese a la
baldosa
(y llueve, llueve)
Quizás es
por eso que me quedo.
Puedo aún
palparme
aunque
anoche haya estado arrodillado
sobre maíz
crudo y llovía.
(Todavía
llueve)
Puedo verme
luchando
entre tanta basura que llega desde afuera
y mentiras
tras embustes,
tras
operaciones de los medios y macana tras macana.
(Quizás es
por eso que me quedo)
Puedo verme
pese al
maíz crudo y la baldosa
y llueve.
Me quedo
para
explicarle el Alfa a algún Zaqueo;
para
escupirle mi nombre
en el
nombre de los tantos que desaparecieron.
Puedo aún
reconocerme
aunque el
cuerpo se me escapa
a cada
instante y empiezo a ver bien
entre tanta
maquinaria victoriosa
la cara de
los miles de Zaqueos,
de los proveedores
del maíz
que
instalan las baldosas.
Para seguir
la lucha es que me quedo.
APOCALIPSIS
EN EL LIVING
Guerra fría
en el dormitorio que no es tanto:
como un
gato poseso me levanto.
Busco luces
que me orienten.
Hallo todo
el café, mucho tabaco
algo de
alcohol y flores
como
siempre.
Una
cuasi-sonrisa se me instala
y vibran
los misterios en bemoles.
La música
me ayuda y la casa
se deja
estar por nosotros (…: Yo y la noche)
Adentro de
las luces ahora busco las palabras.
Trompetas.
Jinetes. Apocalipsis en el living.
Un silencio
sórdido, aparente, me separa
de la
realidad de las palabras
-que no son
la realidad-
esos perros
domésticos falderos,
esos
pequeños enanos de jardín.
Cacheo,
registro y tanteo ahora a las palabras
para
romperlas debidamente
en cada
encrucijada,
y adentro
de las luces, como siempre.
Romper,
debidamente, las palabras.
Mi mente es
uno de esos perros
salvajes
que orinan los enanos.
Mi
imaginación es Tsukuba, la nipona
gritando
gritos japoneses que no alcanzo.
Mi cerebro,
un objeto jabonoso, una esponja
en una
cuerda floja descansando.
Ellos usan
este cuerpo y la sonrisa,
el café y
el living y las flores y el tabaco.
Resueltos,
se mueven por la casa
a cada una
de estas noches, cuando
como gatos
posesos se levantan.
DOS
SISTEMAS
Nace el sol
en un ciclo
natural.
Crece y
crece y crece
hasta lo
alto desde donde ve
todos lor
ríos del tiempo
y una clara
luz azimutal.
Ve a los
hombres, su destino.
Mira cómo
parcelan aquel río
en hogaños
y maitines
y horas
nonas y mañanas
y tardes y
noches y sonríe.
El sistema
cíclope resuelve
en aquel
tercer planeta
magnas
ecuaciones como siempre
para
realizar esta epopeya.
Más allá,
en sistemas
nomotéticos
tal vez los
soles también crezcan
sobre
curvas diferentes. El tiempo
es quizás
tu tiempo, pero ahora
las luces
reflejan otros cuerpos.
Mejores.
Más felices que los nuestros,
estas
torvas empresas hechas carne
y cabellos
y humores –tantos huesos-
y afeites y
pestañas –tanta sangre-.
En aquel
sistema también se ansía
que Dios
tome parte en otra carrera.
Que otorgue
la respuesta de la vida,
que liquide
a la muerte o a su espera.
Muy acá,
adentro de
su huraño cuerpo
un hombre
delira curvas en el tiempo
y alrededor
de ellas un esquema
con dos
soles y un ser en su interior
que imagina
un sistema de una estrella
donde un
hombre sueña que no hay dramas
en otro
tercer planeta.
No le queda
ninguna y sin embargo
intuye que
ha tenido entre las manos
la más
temible ley y su advertencia:
saber que
su ser es sólo un atajo:
es el
sonido que más le convenga
a algún
otro soñador que está soñándolo.
CAPÍTULO
II:
MUERTE
TIEMPO
He sufrido
la muerte desde siempre.
Jericó, de
paredes derribadas
fue testigo
de la muerte de mi alma.
(He sufrido
la muerte desde siempre)
Dios
existía entonces. Fue mi padre
y me habló
de las muertes indiscretas,
de las
malas, de las sucias, las violentas.
Él habló de
la muerte de su padre.
Allá en la Grecia Antigua, las mejores.
Algunas de
vejez y de cicuta,
en aquel
camino donde se juntan
los poemas
de todos los traidores.
Dios era
entonces. Y siendo mi padre
me explicó
los secretos ejerciios,
las
traiciones, misterios, regocijos
que existen
en la muerte de los padres.
Entre el
alba y la noche de los tiempos
he vivido
cien muertes en Etruria
y la peor
de todas, la profunda
me alcanzó
con sus vahos de silencio.
Porque allí
algunas veces mi garganta
herida por
la espada del guerrero
supo de la
tibieza del acero
en miles de
millones de gargantas.
Dios
entonces existía. También
yo, claro.
Sólo que en otra medida
y en
colores diferentes: La vida
no pagaba
altos precios para ser.
La vieja
Babilonia celebró
mi muerte
con esas festividades
a las que
se refiriera mi padre
conociendo
el camino de los dos.
He muerto
tantas, tantísimas veces…
en la vieja
Germania de los feudos
donde los
nibelungos me comieron
y fui así
nibelungo para siempre.
Mil lanzas
le clavaron a mi cuerpo
mas no lo
derribaron del cabalo.
(Quiso la
suerte que estuviera atado
a los
íntimos ritmos del concierto)
Quiébrenme.
Mátenme si realmente
podrán
gozar después toda la ausencia
del que
andaba por ahí, aquella bestia
que moría y
nacía con la muerte.
Porque
ataqué la muerte desde el vamos
jamás pude
entender qué era la vida:
justifiqué
sus idas y venidas
pero nunca
hice carta de su arcano.
Pues somos
el mismo hombre desde siempre
que nace y
muere y nace y se deshace;
pues he
muerto mil veces con mi padre
y he
sufrido la muerte desde siempre.
ABADDÓN.
a don
Ernesto.
Soy un
eterno fabricante de temores,
de
melodías, cielos y oraciones
y de ideas
que sentencian que no existo.
Por eso es
que vuelve Abaddón est anoche
a despertar
en mi miedo el apetito,
a morderme,
feroz, en los talones,
a
recordarme esa falacia de estar vivo.
Abaddón
volverá siempre
que
encuentre en mí alguna flaqueza;
con la
voracidad de las serpientes
pretenderá
hincar todos sus dientes
en lo mejor
de mí; donde más duela.
Te necesito
y necesito
darle a mi
boca la copa de tu sexo
y llevar
por siempre en mi cabeza
nuestras
dulces fricciones de entrepierna.
Esos
recuerdos
hacen de
cada hombre
el hombre
más grande;
sólo ellos
prevalecen
por encima
de toda la miseria
y evitan
que Abaddón muerda sus carnes.
A LOS QUE
FUERON
Un día, una
vez,
comienzan
las novedades.
Vivimos –al
fin- en el día de hoy.
Buenos
Aires, Buenos Aires.
He
trabajado todo el día en mi ciudad
que es
Buenos Aires, Buenos Aires.
Gasto mi
vida en ascensores, recepciones
y
vestíbulos que vibran en Buenos Aires,
Buenos
Aires.
No puedo
vivir sin ti, Buenos Aires.
Eres una
carga pesada a mis espaldas
y sin
embargo, nada de lo que pase
pasa fuera
de ti,
Buenos
Aires, Buenos Aires.
La
cotidiana dosis de los desaparecidos,
la crónica
policial de funcionarios vanidosos,
la cínica
aseveración de los poderosos,
la mentira
en permanencia del diario más vendido,
todo este
pequeño tiempo que entristece
me entristece
desde adentro de este Buenos Aires.
Echo una
moneda en la fuente del deseo,
y deseo que
cambie todo en este Buenos Aires.
Que las
camas sean blandas, los colchones nuevos,
que todo
sea nuevo en este Buenos Aires.
Buenas
noches, Buenos Aires:
Buenos
Aires es un grito que no grito
porque
siempre estoy gritando Buenos Aires.
Viviendo en
ti, Buenos Aires,
quepo en
todos los huecos necesarios
y vivo en
toda entelequia que inventaste:
los
extraños de la noche pertenecen
a la raza
que reside en Buenos Aires.
Buenos
Aires, acariciándote,
siento cómo
la vida late dentro de mi pecho
porque
somos el amor hecho misterio,
somos el
amor entre un hombre y Buenos Aires.
Juntos
somos lo que se necesita
para que
alguien sepa que en la ciudad que habita
está vivo,
Buenos Aires, está vivo,
y a cada
mañana estará viéndote,
Buenos
Aires, su ciudad y su destino.
Caminando
tus pasajes siento frío
-frío
extraño, Buenos Aires, de desaparecido-
que me
llevan a pensar en lo triste de esas calles,
en lo
silencioso de tus cárceles,
cárceles
vacías de legales detenidos.
Y sin
embargo, Buenos Aires, Buenos Aires,
te saludo
con amor de amante sin amor,
porque soy
lo peor que le ocurre a Buenos Aires.
Soy ese
Dios al que no han crucificado,
una bestia
que no ha ofrecido sacrificio.
¿Qué
reclamo entonces, y entonces qué merezco?
Exijo el
conejo a la galera,
reclamo
explicaciones al Cabildo.
Grito a
Buenos Aires su significado,
grito que
grito porque grito y porque grito.
Pido que
los culpables sientan esta pena
y que
reciban para siempre su condena.
Y al fin
declaro y manifiesto:
Te merezco,
Buenos Aires.
Te merezco.
AHORA
A R. Walsh
Atados al
círculo concéntrico
de la
amarga aguja del reloj
te miro.
Te miro en
lo profundo y veo
que todo se
acomoda en su lugar.
(Me agotaba
tanta soledad y noche oscura
hasta que
oí tu grito en aquella madrugada;
dijiste que
el planeta se incendiaba
y no
quedaba tiempo de jugar)
Ahora estoy
muerto,
vamos.
Dile al
mundo su condena
así, sin
argumentos
porque a mí
nunca me
creerán.
Ahora estoy
afuera.
Diles.
Cuéntales
el fin de todo aquello
así, como
suena.
Nunca
escucharán a los poetas
que siempre
pierden todo. Hasta sus cuerpos.
Diles que
he creído en casi todo
lo que no
pude asir entre los dedos.
Recuerdo la
esperanza,
el tiempo
del deseo.
Recuerdo
las palabras
que tejía y
deshacía de mil modos
y luego no
había tiempo para nada.
Diles,
vamos.
Desde el
lado de adentro del cuadrante
sólo queda
una certeza,
que es la
magia.
Pero no les
puedo hablar
porque
nunca creyeron en la nada.
Ahora estoy
despierto
de un modo
que resulta incomprensible,
pero diles
que ellos
creen en el tres
o en lo que
nunca se dice
sin reparar
demasiado en ello.
Ahora que
estoy lejos
no cuentan
más las amenazas,
ni los
gritos, las bombas, las balas,
los
mensajes que mandaban sus morteros.
Deben
escuchar
(no queda
otro remedio)
Diles que
está mal
andar
matando adultos
y robando
niños por la noche,
por larga y
profunda que ésta sea,
pues los
niños se guardan y se esconden,
y luego les
responden desde afuera.
Vamos, diles.
Desde este
sitio inmaterial
debo
planear toda estrategia
y enviar mi
mensaje si hay mensaje en este juego.
Debo
hablar.
El
engranaje exige agua cuando hay fuego.
Vamos,
diles
Que nunca
tuve respiro
y que jamás
tendré remedio.
PARA
HORACIO.
(“No moriré yo, todo…”)
Quinto Horacio Flacco
No moriré
del todo mientras quede
un verso de
mí brotado. Los tiempos
se recrean
por siempre y para siempre
pariendo a
las estrellas y universos.
No moriré
del todo si respira
una flor
por mis huesos abonada.
No me iré
si las hijas de sus hijas
resisten a
la muerte y a la nada.
No podré
hacerlo porque el infinito
guarda el
sello y la impronta de mi modo
que es de
luces y sombras, acertijo.
No podré
hacerlo porque allá en el fondo
de un
luminoso y latino hemistiquio
dijiste no.
No moriré yo, todo.
CAPITULO
III
Mujeres.
“No hay mejor brujería
que el amor”
Rubén Goldín, “El ogro
y la bruja”
PARA VOS
Busco el poema sin calma ni ternura.
Busco el poema.
Busco la belleza interior
que coincida con la tuya.
Hay un pulso universal que nos contiene,
en el crecimiento vegetal,
en las ánimas de las piedras,
en las tensiones humorales del poema.
Busco perfecciones en los seres
que no nacimos para ello,
busco el pulso que contiene.
Busco el poema.
Sin quietud ni terneza, como un perro,
salgo a lidiar con las palabras.
Puedo por una hipérbole morir,
o una sinécdoque temprana
puede hacerme ver los cielos.
Puedo reír por un verbo irregular
o detenerme, perplejo, ante una duda.
Puedo no sentir la mínima pena;
puedo encontrar el sustantivo
(¿lo sustancial?)
que me ponga a tiro del poema.
Busco el tic-tac de tus relojes.
(Mañana, bastardeados por el cuarzo,
no habrá tic-tacs de madrugada
y se harán otros poemas.
Nosotros, por ejemplo
no escuchamos el siseo de la arena)
Voy más allá de lo que puedo.
(No hay espacio prohibido en la poesía
porque regala la idea del siseo…
multiplica los tiempos de la vida)
Llego donde soles fenecidos
no iluminan cuadrantes silenciosos.
Llego donde se ha perdido todo.
Donde se ha perdido todo y sin embargo
la fe con su pesada luz alumbra.
Esa pesada luz de luna llena.
Me aprovecho:
Sin sosiego alguno, ni delicadeza
sorprendido encuentro una respuesta
aquí encima de mi mesa,
como he encontrado este poema.
LAS COSAS QUE TE RODEAN
Ahora vengo a ver que tengo miedo
de casi todas las cosas
que te rodean.
Ahora que no hay riesgo de perdernos
-porque estamos tan perdidos-
advierto que estoy solo…
Que te has ido.
Que no existe eso que llamábamos
nosotros.
Llueve, claro.
Llueve casi necesariamente.
Por la ventana que da a la calle
me invade una música tenue:
ruidos de ausencia tuya,
el susurro de mi propia muerte.
El agua purifica los deseos
y también la miseria que nos toca.
El agua es sacristía de mi cuerpo,
y poesía y dulce verbo aquí en mi boca.
El agua torna en luz a tu imagen, tu recuerdo
y me otorga mil motivos mientras sueño.
Llueve, es cierto.
Aunque dispare el cañón de la palabra
encima del lugar en donde crezco
he de ver que tu figura estará
siempre conmigo también en mi desierto:
Ella vive en todo sitio y me acompaña
y me da mil razones si despierto.
Todo estará bien mientras estés
cuando caiga la tarde y donde llueva,
aunque tenga tanto miedo siempre
de casi todas las cosas
que te rodean.
VERSOS DE AQUELLOS
Golondrinas de terciopelo
vuelan en mi alcoba.
Sueños incoloros
yacen a sus anchas en mi alfombra.
Fina imagen
que viene desde el centro de la mente
a recostarse entre todo lo que tengo
más allá de todos mis deseos
y cerca de mañana, con tus besos.
Es tu imagen,
y es buena porque al fin en mí florece.
Es tu imagen,
y es mejor porque siempre prevalece.
Es tu imagen,
la primera de todas las imágenes,
y es mejor porque al fin te pertenece.
UNA SENDA MÁS
Camino por la noche interminable
con las dudas que llevo desde siempre.
Bebiéndome las sombras de la calle,
esquivando el deseo de encontrarte,
ignorando las ganas de tenerte.
Tratando soslayar lo inevitable
(esa figura excelsa que es tu nombre)
te recuerdo tratando de olvidarte
y gozosa, las sombras de la calle
me muestran tu figura entre los coches.
Me distraigo.
Pienso en Rubén Darío
y en los mudos estruendos de Vallejo.
Ungaretti, Paul Eluard, todos ellos
me arrancan de a porciones este frío
con claras alusiones a tu cuerpo.
Me embriaga la música, me desconcierta.
Le quita la medida a mi silencio
con egregios acordes de belleza
y esas claras alusiones a tu cuerpo.
No puedo separarte de mí mismo.
Qué tontos los recursos de mi parte
para olvidar tu figura y tu estrella:
Caminar por la noche interminable
hallando entre las sombras de la calle
tantas claras alusiones a tu cuerpo.
MECANISMOS SECRETOS
Apagadas las luces y encendido
el mecanismo secreto
que me lleva hasta tu sitio
se arrastra en el silencio de mis sueños
un breve sortilegio:
tu recuerdo.
A partir de ese instante, por supuesto
sólo puede existir la maravilla
de tenerte en otro tiempo
otro rumbo y otra vida
de ese feliz tiempo compartido
y la certeza de un camino nuevo.
Sueño que estoy soñando
y en la espuria finitud de mi cuarto
la verdad de tu sexo
se acerca susurrando
en su lenguaje experto
las razones
que a mí y a todos
nos alejan del pasado.
Es tu figura clara
la torre de marfil donde cobijo
secretas esperanzas
y a todo el mundo y todo el cielo
y a mi cama.
(Secretos y escondidos mecanismos)
A PUERTAS CERRADAS
No llegué hasta aquel centro:
Yo me perdí en una ingenua filigrana.
Pese a mi adusto gesto de varón
y a las dulces sonrisas que te daba
no ascendí al sol, no trascendí mi tiempo.
No coloqué mi impronta en tu mandala.
Las magnas experiencias
son tímidos recuerdos de derrotas;
casillas fáciles como lo es el infinito.
Como esas flores de papel que no se incendian
si no existe fuego atrás, en la memoria.
Dime qué harías ante el fracaso…
o mejor calla, que tu voz produce frío.
(Es que alguna vez supuse haber sido
el mejor varón de todos, el fauno
que encantaba al bosque y a sus lirios
y les daba sentido a los veranos…)
Al fin no alcancé el centro
preciso, absoluto. Total y necesario
con la magia del órgano y del viento.
Sólo lo rondé con mis silencios:
le dí el color de algún destino incierto.
El íncubo murió en la filigrana
con las últimas gotas de la noche
como suelen morir algunos hombres…
Yo no supe tañir esas aldabas
que abrían de tus puertas las mejores.
PRISCILA
Aquel hombre que vaga por las calles
-mezcla torva de gentil y de eremita-
rumia muerte,
muge toda la muerte que le atañe
pues recuerda la lengua de Priscila.
(Esa rosada flor de carne que crecía
en cada uno de los combates
con el cuerpo de Priscila
era el mar y era la sangre,
y hoy es solo el recuerdo de Priscila)
O su recuerdo.
La dura raíz de mi mandrágora
penetraba la tierra de aquel cuerpo.
Fecundaba, masculina, la grava
para llenar de hijos
a todo el universo.
(O más aún)
Al homre no le queda nada en los bolsillos,
no le queda nada en la cabeza.
Sólo acredita su rumbo
–para colmo, derrotado-
sin los hijos.
Sin la mágica saliva y su presencia
es tan solo una nave a la deriva
esperando la tormenta y sus estragos.
Lengua. Lengua.
Lengua de Priscila.
Recorriendo, brutal, cada pliegue,
caca íntimo pedazo de mi cuerpo.
Las nuevas heridas
vienen en dos por cuatro.
(Demasiado Buenos Aires…)
Y sangrando,
esa mujer, su lengua y su recuerdo.
Lengua; lengua.
Lengua de Priscila.
EN MARTÍNEZ
(Para Susana)
Ando buscando el pulso necesario
de tanta caminata y mil esperas.
Quiero encontrar el ritmo del silencio
y del verano a la hora de la siesta.
Pero voy a ciegas intentándolo
sin ver jamás el fin de mi vigilia,
con esperanza de estar algún día
en el ciclo del centro y la saeta.
Y de pronto unos ojos dan la vida
a ese anciano que me llega desde adentro
incitándome a la puerta escondida
que libera a los niños de mi pecho.
Son tus ojos. Son tus ojos purísimos
los dueños de catarsis inventadas
por la mente, que nunca inventa nada
si vibra el corazón en aquel ciclo.
Pariste una ternura cristalina
de enorme dimensión y tiempo exacto:
Aquella eternidad que ando buscando
tiene hora de visita en tus pupilas.
DULCE FLOR
(para mi hija,
María Mercedes)
Tan pequeña, tan dulce flor de cielo
sólo pudo haber venido
cuando hube yo olvidado mi destino
abyecto de mortal en este tiempo.
Qué misterio tan grande,
qué hermosa maravilla
es saberla tan enorme, tan viva
(y yo tengo tan poco para darle…)
Si ella esperara así que pase el tiempo,
prorrogando mi vejez con su infancia,
yo haría más preguntas en silencio
para aquella respuesta que hoy no alcanza.
Somos seres humanos.
Ha de crecer tan alto como el cielo,
buscará amor sincero
que satisfaga a su alma y a sus manos.
Correrá hacia el destino
gozando su carrera con los años.
Olvidará que existo
y en la joven canción de un hombre bueno
encontrará los mil sonidos mágicos
que conducen al máximo silencio.
Volveremos a hablar
con todo el tiempo tras nuestras espaldas,
pero solo sabrá
todo cuanto yo siento
cuando esa flor resurja
tenga la propia, suya:
otra pequeña y dulce flor de cielo.
CONTIGO
Anduve todas las calles
que puede hoy en día
ofrecernos Buenos Aires.
Necesité a veces del silencio:
otras, con mi soledad era bastante.
(En medio del gentío y y recuerdo
podía haber la guerra, por ejemplo,
y yo tan nada, ahí, boyaba apenas con la tarde,
soñaba algún destino de andariego…)
Empezó –creo- en ese sitio mi camino.
Anduve a tientas por supuesto en el principio,
esperando que hubiera luego luz
o al menos una guía en la tiniebla.
Nunca tuve nada de eso.
Todavía ensayo aquel principio.
Transcurrió desde entonces algún tiempo
que –a veces- creí que pasaba en vano
pero eso nunca de los nuncas será cierto.
Se multiplicaron por milcientos las mujeres
y no hay cosmética posible en el guarismo
ni solución de medida en el conflicto
cuando uno de amor está que muere.
Anduve calles.
Anduve todas las calles de la noche
y casi en ningún caso lo hice solo.
Sin embargo, yo lloré por tu figura,
-ahora lloro-
pues algo vibra en el aire todavía.
Algo flota en el aire, entre nosotros.
(Aparecieron mujeres
desde todos los lugares.
Desde calles impensables,
a partir de las veredas aparentes.
Caminé Buenos Aires en mi cuarto.
(Quizás yo hube elegido de todos los trazados
aquel que de todos es distinto;
aquel que es de todos diferente)
No lo sé.
Nunca sabré lo cierto de tu rima.
Son cuestiones de los ritmos.
Música.
Las cosas propias de nosotros.
El cuerpo.
Doscientos siete huesos:
mil sonrisas en tres meses.
Santorini que trabaja en mí a destajo.
Pero hay algo más
por encima de todas esas percepciones.
(Aquí podría hablarte
del receptor de la pungencia…
de mil estupideces
Prefiero pese a todo andar desnudo.
Nadie conoce el mí-contigo
a ciencia cierta)
Hay algo más, siempre,
acercándose for ever
donde estamos,
caminando tranquilo hacia nosotros.
Destejiendo mil Penélopes sin tiempo,
recosiendo algún harapo con aplomo.
Después de tanto y tanto comprendí
que siempre flotará aquello en algún sitio,
en las áreas que rodeen
nuestro cielo o nuestro abismo.
Ví que puedo yo inventar
diez mil otros caminos,
o una senda que me lleve a cualquier parte.
Alcanzo a ver ahora
que pese a haber buscado mil atajos,
y aunque en todos lados
haya encontrado contracurvas
y haya tropezado con rectas,
con estadios divergentes
y descéntricas esferas,
y principios simulados e infinitos…
Veo que no.
No hay nada que hacer con el destino.
Entiendo
que le pese
a todo el que le pese, aunque la furia
de los mil que gritarán el mismo aullido
no hay nada que hacerle,
nada:
El asunto pasa siempre por tu nombre.
El asunto es contigo.
Reproducción total o parcial permitida para fines no comerciales. Por favor cite la fuente.
Reproducción total o parcial permitida para fines no comerciales. Por favor cite la fuente.