domingo, 9 de junio de 2013

Lo que vendrá


Hay algo más entre el cielo y la tierra,
Horacio, de lo que ha soñado tu filosofía
(W. Shakespeare, Acto I, escena V
de Hamlet, príncipe de Dinamarca”.)
Capítulo I
REFLEXIONES
1) A LOS DIOSES
Y yo sigo obedeciendo
religión de samurai
Betina Canalis, “Amarcord”
TEO.
Te revelé los más profundos misterios.
A las horas de Noche
describí cada secreto, cada nombre
de cada ejercicio, de todas las traiciones.

Te dí mi cuerpo.
Lo vapulearon como al peor de los enemigos
y así, vencido,
inicié nuevamente mi camino.
Te dije las palabras de los dioses
y los hechos y pasiones de los hombres.
Despreciaron mi origen, mi destino.
Mi muerte soslayaron con sus voces.

Te dí mi mente.
De un maltrato a otro fue cediendo
desgarrada a mordiscones por los Otros.
Le quitaron todo
y aun así todavía anda flotando
en el cuño de algunos –que mentían-
y mintiendo condenaban con su fallo.

Te dí mi alma.
Nadie daba por ella dos centavos.
La juzgaron bondadosa pero torpe,
lo hicieron con el juicio de los hombres.
Le cambiaron los conceptos a su antojo
y donde nada había vieron algo
y donde yo lo puse todo vieron nada.

De todos modos gracias,
gracias.

Gracias por la lluvia y su sonido.
Gracias por el sol y sus estruendos.

Ando suelto, y he vivido.

HERMES.
 (para Ángel Sanzó)
Veo una forma entre las formas,
y el todo ahí,
inmensurable y cierto como todo,
se ríe de las formas y sus modos.

Todo aquí,
aquí en las formas y sus modos.
y uno en medio del camino
quiere andar hacia atrás
-hasta el principio-
y la marea dice
y la marea grita
imposibilidades que se cierran
sobre sí mismas
como puertas desquiciadas
sosteniendo que arriba queda arriba
y que abajo,
abajo ahí en el vano.

Magia aquí en la tabla;
en la esmeralda.
Magia en la forma, en todos lados.
Magia en este oscuro mediodía
de esta forma consciente que es la vida
nada más.

Pero tampoco nada menos.

Sólo cambia el cuerpo
a cada tanto
y el mártir reencuentra al victimario.

Cambio de vestido y de lugares,
breve mutación en el lenguaje.
y al final,
lo de arriba es igual a lo de abajo.

FASES DE KRONOS.
Primero fui tres:
Teatro; sol.
Prosa, poesía
y eso era todo (tres)

Luego vino el mago
y me reparió
entre dos espejos.
(Así, así, así…)

Entonces fuimos siete
hombres fuertes debatiéndose
en ardorosa pelea.
Nadie la nombraba,
Pero también estaba Ella.

La ciudad come-hombres
me devoró al fin
y afortunadamente
empezó por mi sexo.

Y palabra va,
viene androginia.
Y descubro que esto me faltaba.

No copular con la mujer
para asirme a las palabras,
prescindir del cuerpo
e idear el acto y su concepto.

Ahora éramos tantos –tantos más-
adentro de mi espacio, reducidos
a la mínima expresión y continente
del ser, del yo, de la persona
que tensamos la cuerda hasta vibrar
en vibraciones apenas perceptibles
y entonces sobrevino la implosión
y algunos desaparecieron.

Y ayer seré mil como otras veces
salpicando a los demás con mi presencia
y seré además uno más entre los otros
y seré uno solo en esta tierra
y asimismo seré Uno con el Todo.

TRINIDAD.
De tanto esperar un cambio
resulta que la lluvia me respeta,
en las nubes espera agazapada
que trasponga la puerta de mi casa.

Unas gotas desnudas y sin frío
epilogan mi llegada y cigarrillos
(ahora sí, me manifiesto,
y tomo uno al azar y lo enciendo
y entiendo de calores y de abrigos)

De tanto esperar agazapado
resulta que los cambios me respetan
y las palabras brillan hacia afuera
pues soy yo quien al fin está cambiando.

Ahora sé que soñar es legal,
que los hombres se conocen por el nombre
si resuelven ciertas ecuaciones
en plenas madrugadas de tormenta.

Ave, césar.
Ahora que me he vuelto imprescindible
en ciertas horas para algunos agujeros
que sólo pueden existir en Buenos Aires
me saludan los duendes si decido poseerlos.

Salve, Cristo.
Compañero de desgracias aparentes
y de marcas que caminan por el cielo.
Guía inmarcesible y el Camino
hacia sistemas homocéntricos y eternos.

Viva, Dios.
En algún punto de la Noche
nos unimos en el medio de la calle
y no saben las baldosas, ni responden
por qué caen las gotas sin mojarme.

REFLEXIONES
2) Bajones
…¿quién me preparó para la victoria?
(Was erzog dem Siege mich?”)
Federico Hölderlin,
A Hércules.
LA GRAN CAÍDA.
Fui cayendo de a poco en aquel pozo
sin una sola estrella,
con un único fondo
de vasos de alcohol
y gruesas botellas.
“estamos todos solos”
me había dicho y repetido el ciego.
No entendí de lo que hablaba por un tiempo,
el pobre debe haber hablado solo.
“nadie es dueño de nada”,
él me escupió, inspirado.
No escuché sus palabras,
pero tampoco las he olvidado.
Dijo que estar solo es como un pozo negro.
Abrí entonces los ojos, admirado,
no tuve más sonidos en los labios
y mudo ví que estamos todos ciegos.
Viejos dichos suyos hoy son míos
(nada nos pertenece)
Quien los quiere, los tiene.
Ciego, ¡qué absurda fue tu vida!
Hoy, noche de botella,
me bebo el cielo de un solo sorbo;
el ciego me sonríe desde el pozo
y miente que está viendo las estrellas.

TRISTEZAS DE MADRUGADA
Duele el piano, despacio.
Con ese gusto a blues de madrugada
me veo caminando solo y solo, sin nada
(qué triste estar tan quieto, -quietud de hojas en blanco-
imaginando la calle y su asfalto,
un taxi, la prostituta y su cielo)
El aire de la noche
florece –marginal- en mi ventana
y escapa raudo, donde
está lejos mi cama
y un falso aspecto de hombre.
(sólo debo saber
dónde esconder el tiempo,
qué bohemia será la que te abrace
y cuál la extensión de tu cuerpo
cuando sea la muerte quien te alcance)
Porque saberlo es el centro del mundo
y ombligo del planeta.
Es tener el pasado y el futuro
y un poco de tristeza en ojos taciturnos
que observan muy seguros
un posible destino entre la niebla.
Y todo empezará a pertenecerte,
noches y hojas en blanco.
Las guitarras, los parches y los saxos
serán tuyos las veces
que lo quieras, y el hueco de tus manos
ha de reconocerte;
y nada podrá dolerte
cuando esté sonando el piano

TENGO…
Tengo lo que yo tengo
lo tengo guardado aquí.
Manos tristes, desapego
A mí mismo… De vivir.
Es real que estoy en contra
del favor a mi favor.
(es claro, no me nombran
los tratados de tu amor)
tengo un vaso de vino
y un camino sin flores
tengo proyectos míos
compartidos con mis noches.
Tengo noches prestadas.
Tengo miedo, tengo nada
alrededor de la nada.
Tengo frío si tengo
lágrimas que no caen,
palabras que no salen
ahora que falta tiempo.
Sobre todo eso: Tiempo
que no me pertenece,
tengo lo que no tengo
y aquel frío que crece
hoy tengo que me falta
aquello que me necesita.
Tengo un alma que sangra;
tengo a Dios en un grito
y un millón de palabras
que no salen,
que no digo.

REFLEXIONES:
3) A LOS HOMBRES
 “Dichoso quien puede conocer
las causas de las cosas”
(Felix qui potuit rerum cognoscere causas)
Libro II, Oda XX
MAREAS
Sibarita de marea diferente,
al acecho de placeres ultra sensos
no pensaste jamás el génesis
de meridiana respuesta,
amor en serio.
En epicúreos deleites del sentido
derrochaste complacencia tras agrado,
mas en mañanas de goce anacreóntico
desdibujaste placer tras pena y daño.
Elemental tu argumento y tu desdicha,
cabalgar hasta el fondo de tu noche…

Indolentes senderos sin salida
te situaron entre el tormento y… ¿dónde?
ves hedonista el rodeo que rodeas,
es diferente del sentimiento.
(Algo cambió en el juego de las mesas
y la reina hoy cotiza cenicientas.
El as cobró un aspecto de plebeyo…)
Rey de todos
los derrotados:
Han cambiado las la mareas.

DOMINGO, TARDE
Mejor que hablar de amor,
es el amor
y abandonar sagrados ritos
panegíricos, reflejos,
sucedáneos imperfectos del amor,
necesarios solamente en un instante
de una vida sin amor.

Un gusto a muerte.
Felicidad que me transporta
hasta el barco que un día
creí que imaginaba en la montaña,
pensé que se mecía entre la grava.

Necesito de disfraces todo el tiempo,
cada vez que caigo en cuenta de mi tiempo.
Barcos que se mecen en la grava.
Conocimientos de embarque:
giros y estudios de la lengua
justo a mí, que desconfío del lenguaje.
(Mejor que hablar de amor…)
Conocimientos de embarque.
En el fondo del mar, ahí en silencio,
prevalezco sobre todo lo que digo
si digo amor y no lo digo,
si digo amor y no lo hago.
Un gusto a muerte
a cada tarde, con la urgente certeza
de sublimaciones imposibles,
conocimientos vencidos,
si digo amor y no lo digo.

El imperfecto reflejo reclama a cada tarde
por la excrecencia, la peor de todas las imágenes
que llega y se prostituye por seis dinares.
Sin talentos, sonríen desde el vano de la tarde
los demonios sin siquiera la esperanza
de alcanzar una palabra.

Sin embargo se acercan, imprecisos
Saben que solo es cuestión de tiempo,
tiempo y conocimientos.

Estoy solo tres estadios adelante
y pese a todo voy corriendo
prque ignoro el próximo motivo
y no sé si la trama está completa.
La tarde cae. Ésa es su costumbre;
se prostituye en los vestiglos de la noche.
La cábala otorga a las luciérnagas
mejores resultados en silencio.
Tres, dos, tres”, les indica el ritmo
y entienden el ser de lo que pasa.
-y al fin es lo que son, y yo lo digo-

Un domingo, la tarde que se cae.
Luciérnagas prestas a extirparme
lo peor de mí que es ahí donde me meto,
un hombre que cree que piensa
que la Noche compra tardes por dinares
y que hay tardes que caen,
que caen.

Que se caen.

TIEMPO TRIPLE.
Hay un destino de papeles
que andan por la casa,
doblados, arrugados, escondiéndose
a cada paso del que pasa
y son ajenos.
Los libros, pacientes en su espera
se apilan en filas desprolijas
y sonríen.
Sonríen con una magia que es ajena.
Se estacionan ahora en doble fila
y los de atrás
duplican el tiempo de su espera.
Quizás
exista un tiempo doble o triple,
de palabras heladas, conceptos vacíos
que pase por adentro de los libros.

Qué ignorancia inhumana me rodea.
Qué certeza burda en la materia.
Un tiempo lineal.
Libros.
Vibraciones que agonizan, advertientes,
sobre un tiempo doble o diferente:
la máquina indecible
de todos los papeles.
Un espacio nuevo en el espacio
y un tiempo que vibre pero triple.

Separado de todo, pretendiente,
me hundo hasta el cuello en la pregunta
de la vida, que es la muerte y circunda
a la máquina indecible y nadie entiende.

Fundido con el todo, incipiente
pedazo de futuro sin futuro
(tiempo triple)
me río de mí mismo y de reírme.
De reírme en los papeles.

HOMENAJE
(A César Vallejo)
Vas lejos,
con una mirada que ni se entiende,
pordioseando a una muchacha
que no sabe si te quieres.

Vos, que vertiste en tantas mentes
de la gente de mi pueblo
miradas que no se entienden,

vos
(¡Oh, mudo estruendo!)
no estás muerto

LO QUE VENDRÁ
I
No quedará de mí ni la memoria
ni la palabra rota ni sus ecos.
Entonces habré sido tantas cosas…
Y de las tantas, la última, el recuerdo.

Habré apagado luces en el día;
ese múltiple camino hacia la noche.
Entonces habré sido tantos nombre,
y de los tantos, siempre el de la vida.

Explotarán soles por doquier
a inopinadas horas, y nunca será tarde.

II
Se detendrá la expansión por un instante
y en ese instante…

¿Cómo explicar un incendio en el océano?
la feroz exhalación de un aire extenso…
el espacio más grande que jamás haya crecido,
hielos candentes de un fuego inexistente.
El regusto indoloro de una enorme muerte,
justo después de haber llorado por un perro.

Agotada la esperma por completo,
no se verá futuro ni deseo.
Detrás del cieno y de la magma
quedarán apenas las sonrisas
en dos planos solamente y ni siquiera
habrá sepia que indique nada hacia el pasado
porque será el límite una curva,
el tiempo aquel espacio mis tres muertos.

III
Ave el día que levanta
la postrera etapa amanecida,
final,
perpleja
(aunque esto es sólo conjetura)
de los lábiles fogosos miramientos
que avecinan el portal de la noche también lábil
porque será casi lo único que quede.

IV
No importará tampoco la bandera
que enfurecía a aquel estúpido del perro
ni la otra, la que daba tanto orgullo
y nos hacía estúpidos de veras.

No importarán los trabajos importantes
ni las cláusulas por moras en los pagos
ni los nerviosos escritos ni las cartas-documento
ni las madres los sobrinos o los tíos o los padres
ni las naciones ni los perros ni los niños:
todos muertos, todos muertos.
Todos muertos.

V
Adiós al olor del romero en el aceite.
Adiós Renoir, Daguerre, su mirada.
Adiós al tango, a la novena sinfonía.
Adiós a los senos, los pezones, las guitarras.
Adiós a la soda explotándote en los labios.
Adiós al vino y al caviar, adiós a la champaña.

Adiós también a aquellas cosas que se piensan:
Adiós a la teoría de los campos relativos.
Adiós al binomio cuadrado perfecto.
Adiós a las medianas y tangentes, chau a las rectas.
Adiós a todos los metros y patrones.
Adiós a la matemática, chau historia, chau.
Adiós a todas, cada una de las ciencias.

VII
Adiós al yo, de paso, porque pasa.
y pasando me recuerda que estoy vivo.
Tejiendo historias para cuando me vaya,
con la esperanza siempre intacta
aunque pierda mi batalla ante el Olvido.

REFLEXIONES:
4) YO Y EL MUNDO
“Cada cual tiene un triple en el bocho”
Charly García,
Promesas sobre el bidet.
ALGUNAS COSAS, POCA COSA
Los heroicos guerrilleros de la izquierda
Los locutores radiales de avería
Los enanos de jardín
                                   de narices rotas
                                   de caras despintadas
Las manos sucias de sangre
El pelo negro de barro
El último suspiro de algún pájaro

Los horribles guerreros de derecha
Las palabras de oquedad perfecta
Los contradictorios piquetes fálicos
                                                    de todas
Las manifestaciones femeninas
Los vientos de la eterna guerra
Los reproches constantes de las madres

Las hamacas rotas de las plazas rotas
La verdad que se soslaya
La paz que nunca llega que no llega nunca
Los que hablan porque hablan
La calle que está dura y cuánto dura
Las maestras de las escuelas primarias
                                                          secundarias
                                                              terciarias
Los jefes sinequanon los guardias
Las mujeres que cobran por hacerlo
Los hombres que pagan por lo mismo
Los mentirosos los malos los felones
Los faltos de armonía las excusas de los cerdos
Los desastres imprevistos-desprevistos

Los ladrones las neurosis los hongos
Los resfríos los dolorcitos los mocos
Las ventanas que se abren la excrecencia
La decrepitud de la carne el box el ¡ox! el óxido

La presión el trabajo las esposas
El dinero la perversión la música barata
Los horarios las sábanas húmedas de semen
El subte las bolas que no entran
Las camisas sucias las paellas
                                               unas horas después de las paellas
Los bidets que no funcionan los metalenguajes
Las casillas las celdas no elegidas los suicidas
La pobreza que envilece los espíritus envilecidos
Los hedores la riqueza que envilece

Las desgracias los bajones los robos los asaltos
Los lípidos las grasas las bombas nucleares
La falta de respeto los drones los pertrechos militares
La leche agriada la mugre los malos ratos
Los cráticos los tibios las cimas aparentes
Los encendedores que no encienden los cigarrillos
Los desamparados los crápulas los malintencionados
Las migas en el piso los relojes que atrasan
                                                                  adelantan
El tiempo que no los necesita los soldados
Los infartos de miocardio los derrumbes los jefes de gobierno
Los desencuentros los encuentros la nada
La pasividad los aparentemente inmóviles

Las máquinas de matar la muerte en general
Los inoportunos los médicos los hipócritas las luces apagadas
Los blabletas los abogados los que creen que razonan
Los orgasmos a destiempo las vulvas malolientes
Las ciudades esquizofrénicas los ferrocarriles clausurados
Los tipos los prototipos los estereotipos

Los peores en su género los géneros peores
Las involuciones los genocidios el cansancio
Las estupideces los hábitos los vicios
Las partidas dolorosas los zoológicos los leones
Las panteras los jaguares que no cazan lo que comen
Los que no comen los que pelean los fanáticos las masas
Las culturas extinguidas los irreverentes los demasiado reverentes
Los gritos impacientes las hinchadas

Los ladrillos en el aire los que mercan con la carne
Los alcahuetes las alimañas los que toman a los niños
Los diarios proxenetas cómplices de las dictaduras
Los ahogados los fantasmas los quemados los libros inhallables
La información genética el microscopio electrónico
El cambio de información genética por microscopio
Los electrones la fisión del átomo los tomos

La locura el genio falso los falsos centros
Los mediocres los by-pass las médulas rotas

Los rótulos las rótulas cos cóxices los esqueletos
Los puses los chancros los síndromes…
Las cosas
Dejen de joder en los próximos milenios.

SOBRE AVES Y CALZADOS
Soy un hombre lleno de pájaros
desde el zócalo blanco: zapatillas
de caminar a ningún lado.

(Me hacía tan feliz andar sin rumbo fijo
y me fijaba en todo lo que había,
pero después olvidaba hasta el camino)

Más tarde supe que había idiomas,
códigos, claves y paliques.
Suspensos enfáticos
y puntos y comas
pero inventé los míos y los dije
y empezaron a reír ciertas personas.

Conseguí sin embargo otras sonrisas
ajenas al gentío, y sus miradas
me indicaron que no basta la osadía
si no termina en una charla con un hada.

Vivo lleno de pájaros de entonces:
tengo miles en el pecho por las tardes
y por más que en las mañanas me incomoden
a sus horas impiden que me marche
para volar juntos por la noche.

Me incliné hacia los códigos ajenos
y algo anduvo bien pero no tanto.
Mi libertad iba perdiendo
frente al sutil espantapájaros.

Fui entonces confuso aquí en el habla,
pero nada de lo humano es para siempre:
con el tiempo mejoré las huestes de mis palabras
y luego nadie entendió nada.

Se me cerró el pecho en el embargo
y me quité por un tiempo aquellas zapatillas.
Pensando en mi muerte o su fracaso,
no encontré diferencias a la vista.

Quizás por eso la implosión fue tan profunda.
Quizás, aquella madrugada
-Tortuosa oscuridad de mil penurias-
fuera la mitad de algo que no acaba.

(Heme aquí en el fondo de otra noche
esquivando trampas de alguna pesadilla,
esquivando el dolor de tanto azote,
soñando con soñar toda la vida,
replicando verso a verso, golpe a golpe
y calzando aquellas viejas zapatillas.

FIN DE FIESTA
(a la Musa)
Hombre del siglo veintiuno,
hombre del espacio.

Y resulta que aquello no era espacio.
Hombre temporal
con temporales que no sirven para nada.
Trócleas inútiles,
enartrosis que dejas sus esencias.
Astrágalos muertos,
escafoides apagados
y Atlas vencido al sur de alguna estrella.
Sacros y trocánteres profanados,
beso entre cóndilo y occipucio,
el carpo innecesario.
Resulta que ahora es el futuro…
Un nuevo ser anda en el espacio
y resulta que esto no es espacio.

Nuevos sentidos.

Sonidos sintetizados por síntesis natural
y oído natural recibiendo sin asombro
lo que antes era un prodigio.

Y luego
un laúd será un dibujo
más antiguo para algunos
que la flauta de Hermes y quizás
taña ciertas aldabas por impulso
de unos ojos virtuales y sin párpados.

El entender condiciona la opinión
y cambia el panorama -se reduce-
y cabe el universo en una mano.

O siempre cupo,
si resulta que ahora es el futuro.
Hay que cambiar todos los nombres
porque el hombre es cosa del pasado.

Hartos de todo,
vemos que Dios está más cerca de un fetiche,
pero nosotros muy lejos de nosotros.

Buscar un lugar sin radiaciones
para destruirlo nuevamente.

Ente tanto, la nueva raza de hombres
se maravilla ante un espejo como antes.
Un lugar de crouths y oboes enormes
y violines, caramillos y acordeones.
Un lugar donde volver.
Volver a vetebrarse.

NEO-LOGOS
Puedo armar palabras
en apariencia incomprensibles.
Puedo caminar bajo la lluvia y extrañarte,
desearte.
Imaginar que al doblar cualquier esquina,
quizás.
La amargura se calibra por silencios,
y yo tanto.
Llueve y me callo
lo que la lluvia dice a cada gota.
Necesito girar alrededor de alguien
o de algo,
da lo mismo.

Hay quienes aman
sin fijarse a quién
o a dónde
dirigen sus navíos.
en medio de mares y tormentas.
Necesito en cambio de los días tranquilos
o de algo en qué pensar,
contemplando el cielo y la tierra.

Cada palabra aquí es una grieta,
que nos lleva al centro de una idea.

Cada idea es un creciente martirio
de los que maravillan un instante
y luego siguen
su curso en el camino.
Me dejan solo entre la lluvia,
penetrando la tormenta,
imaginando esquinas que quizás
nos digan cuánto representan.

Puedo armar palabras
-amargustia por ejemplo-
pero a nadie le divierten
los bufones circunspectos.

Te cedo entre los ojos mi balazo
y luego ambos sonreímos
desde el lado izquierdo de nosotros
pues sabemos
que cada uno de nosotros era el otro.

SENSACIONES
He conocido el mar; su superficie
y he colegido la distancia abisal de lo profundo
y el sol y el cielo y las cosas del mundo
y los lugares donde nadie vive.

He percibido la pasión, el misterio
de las cosas medibles por patrones.
Una mujer que trasciende su cuerpo
y que enciende los recuerdos mejores.

He comprendido en su interior el fuego
aún debajo de las lluvias indeseables.
(Compartidas, muchas tramas del aire
resisten al olvido y su escarmiento)

La música eterniza vibraciones,
el tacto se confunde con el todo
y la belleza alumbra mil olores
brindando con el juego de los ojos.

He subido y bajado de mil modos
hasta los hondos cielos de los mares,
y e vendido y comprado por dinares
las sempiternas tierras de los otros.

He cometido infinidad de errores
con las humildes armas de mi cuerpo
pero me guardo aquellas sensaciones
que merecen su solo en el concierto.

Errante y errador de tanto tiempo,
asistiendo a mis momentos mejores,
veo todo confín del universo
muriendo en las primeras sensaciones.

VIEJOS CAUCES, NUEVOS RUMBOS
Vuelvo al viejo cauce
(petulante, indócil, potro, negro)
Estaba perdiendo la forma de encontrarme
solo para que me vieras mejor
de lo que soy. Para encantarte.

Tonto de mí mismo, ignorante,
caminé por la vereda de la sombra
solo para agradarte.
Soy mejor, aún a costas
de mí mismo y quien me alcance.

Hay que escribirlo todo nuevamente,
perdonando verdades temporales.
(¿Es que hay otro tipo de verdades?)
Soy mejor y todo el que me encuentre
sabrá que no estaré por agradarle.

Hay canción mejor que mi canción,
pero descubrirla única y distante
de todo lo que haya oído antes
es saber al fin que soy mejor
Es haber vuelto por fin al viejo cauce.

LA RESISTENCIA.
Puedo aún reconocerme entre la bruma
pese al intendente y su dislalia,
pese a tanta baldosa mal emplazada.
Inventar mil estrellas o ninguna
y quedar bien parado en la parada.

Puedo aún recordarme, todavía
aunque me haya arrastrado tanto tiempo
en este espacio. (Dicen que es la vida
la que guarda algún viso de respeto)

Puedo aún rememorarme.
Miles se fueron caminando
antes que yo,
y nadie dijo nada del respeto.

Puedo aún evocarme joven. Necesario
pese a la baldosa
                           (y llueve, llueve)
Quizás es por eso que me quedo.

Puedo aún palparme
aunque anoche haya estado arrodillado
sobre maíz crudo y llovía.
(Todavía llueve)

Puedo verme
luchando entre tanta basura que llega desde afuera
y mentiras tras embustes,
tras operaciones de los medios y macana tras macana.
(Quizás es por eso que me quedo)

Puedo verme
pese al maíz crudo y la baldosa
y llueve.

Me quedo
para explicarle el Alfa a algún Zaqueo;
para escupirle mi nombre
en el nombre de los tantos que desaparecieron.

Puedo aún reconocerme
aunque el cuerpo se me escapa
a cada instante y empiezo a ver bien
entre tanta maquinaria victoriosa
la cara de los miles de Zaqueos,
de los proveedores del maíz
que instalan las baldosas.

Para seguir la lucha es que me quedo.

APOCALIPSIS EN EL LIVING
Guerra fría en el dormitorio que no es tanto:
como un gato poseso me levanto.
Busco luces que me orienten.
Hallo todo el café, mucho tabaco
algo de alcohol y flores
como siempre.

Una cuasi-sonrisa se me instala
y vibran los misterios en bemoles.
La música me ayuda y la casa
se deja estar por nosotros (…: Yo y la noche)

Adentro de las luces ahora busco las palabras.
Trompetas. Jinetes. Apocalipsis en el living.
Un silencio sórdido, aparente, me separa
de la realidad de las palabras
-que no son la realidad-
esos perros domésticos falderos,
esos pequeños enanos de jardín.

Cacheo, registro y tanteo ahora a las palabras
para romperlas debidamente
en cada encrucijada,
y adentro de las luces, como siempre.

Romper, debidamente, las palabras.

Mi mente es uno de esos perros
salvajes que orinan los enanos.
Mi imaginación es Tsukuba, la nipona
gritando gritos japoneses que no alcanzo.
Mi cerebro, un objeto jabonoso, una esponja
en una cuerda floja descansando.

Ellos usan este cuerpo y la sonrisa,
el café y el living y las flores y el tabaco.
Resueltos, se mueven por la casa
a cada una de estas noches, cuando
como gatos posesos se levantan.

DOS SISTEMAS
Nace el sol
en un ciclo natural.
Crece y crece y crece
hasta lo alto desde donde ve
todos lor ríos del tiempo
y una clara luz azimutal.
Ve a los hombres, su destino.
Mira cómo parcelan aquel río
en hogaños y maitines
y horas nonas y mañanas
y tardes y noches y sonríe.
El sistema cíclope resuelve
en aquel tercer planeta
magnas ecuaciones como siempre
para realizar esta epopeya.
Más allá,
en sistemas nomotéticos
tal vez los soles también crezcan
sobre curvas diferentes. El tiempo
es quizás tu tiempo, pero ahora
las luces reflejan otros cuerpos.
Mejores. Más felices que los nuestros,
estas torvas empresas hechas carne
y cabellos y humores –tantos huesos-
y afeites y pestañas –tanta sangre-.
En aquel sistema también se ansía
que Dios tome parte en otra carrera.
Que otorgue la respuesta de la vida,
que liquide a la muerte o a su espera.
Muy acá,
adentro de su huraño cuerpo
un hombre delira curvas en el tiempo
y alrededor de ellas un esquema
con dos soles y un ser en su interior
que imagina un sistema de una estrella
donde un hombre sueña que no hay dramas
en otro tercer planeta.
No le queda ninguna y sin embargo
intuye que ha tenido entre las manos
la más temible ley y su advertencia:
saber que su ser es sólo un atajo:
es el sonido que más le convenga
a algún otro soñador que está soñándolo.

CAPÍTULO II:
MUERTE

TIEMPO
He sufrido la muerte desde siempre.
Jericó, de paredes derribadas
fue testigo de la muerte de mi alma.
(He sufrido la muerte desde siempre)

Dios existía entonces. Fue mi padre
y me habló de las muertes indiscretas,
de las malas, de las sucias, las violentas.
Él habló de la muerte de su padre.

Allá en la Grecia Antigua, las mejores.
Algunas de vejez y de cicuta,
en aquel camino donde se juntan
los poemas de todos los traidores.

Dios era entonces. Y siendo mi padre
me explicó los secretos ejerciios,
las traiciones, misterios, regocijos
que existen en la muerte de los padres.

Entre el alba y la noche de los tiempos
he vivido cien muertes en Etruria
y la peor de todas, la profunda
me alcanzó con sus vahos de silencio.

Porque allí algunas veces mi garganta
herida por la espada del guerrero
supo de la tibieza del acero
en miles de millones de gargantas.

Dios entonces existía. También
yo, claro. Sólo que en otra medida
y en colores diferentes: La vida
no pagaba altos precios para ser.

La vieja Babilonia celebró
mi muerte con esas festividades
a las que se refiriera mi padre
conociendo el camino de los dos.

He muerto tantas, tantísimas veces…
en la vieja Germania de los feudos
donde los nibelungos me comieron
y fui así nibelungo para siempre.

Mil lanzas le clavaron a mi cuerpo
mas no lo derribaron del cabalo.
(Quiso la suerte que estuviera atado
a los íntimos ritmos del concierto)

Quiébrenme. Mátenme si realmente
podrán gozar después toda la ausencia
del que andaba por ahí, aquella bestia
que moría y nacía con la muerte.

Porque ataqué la muerte desde el vamos
jamás pude entender qué era la vida:
justifiqué sus idas y venidas
pero nunca hice carta de su arcano.

Pues somos el mismo hombre desde siempre
que nace y muere y nace y se deshace;
pues he muerto mil veces con mi padre
y he sufrido la muerte desde siempre.

ABADDÓN.
a don Ernesto.
Soy un eterno fabricante de temores,
de melodías, cielos y oraciones
y de ideas que sentencian que no existo.

Por eso es que vuelve Abaddón est anoche
a despertar en mi miedo el apetito,
a morderme, feroz, en los talones,
a recordarme esa falacia de estar vivo.

Abaddón volverá siempre
que encuentre en mí alguna flaqueza;
con la voracidad de las serpientes
pretenderá hincar todos sus dientes
en lo mejor de mí; donde más duela.

Te necesito y necesito
darle a mi boca la copa de tu sexo
y llevar por siempre en mi cabeza
nuestras dulces fricciones de entrepierna.

Esos recuerdos
hacen de cada hombre
el hombre más grande;
sólo ellos prevalecen
por encima de toda la miseria
y evitan que Abaddón muerda sus carnes.


A LOS QUE FUERON
Un día, una vez,
comienzan las novedades.
Vivimos –al fin- en el día de hoy.
Buenos Aires, Buenos Aires.
He trabajado todo el día en mi ciudad
que es Buenos Aires, Buenos Aires.
Gasto mi vida en ascensores, recepciones
y vestíbulos que vibran en Buenos Aires,
Buenos Aires.

No puedo vivir sin ti, Buenos Aires.
Eres una carga pesada a mis espaldas
y sin embargo, nada de lo que pase
pasa fuera de ti,
Buenos Aires, Buenos Aires.
La cotidiana dosis de los desaparecidos,
la crónica policial de funcionarios vanidosos,
la cínica aseveración de los poderosos,
la mentira en permanencia del diario más vendido,
todo este pequeño tiempo que entristece
me entristece desde adentro de este Buenos Aires.

Echo una moneda en la fuente del deseo,
y deseo que cambie todo en este Buenos Aires.
Que las camas sean blandas, los colchones nuevos,
que todo sea nuevo en este Buenos Aires.
Buenas noches, Buenos Aires:
Buenos Aires es un grito que no grito
porque siempre estoy gritando Buenos Aires.

Viviendo en ti, Buenos Aires,
quepo en todos los huecos necesarios
y vivo en toda entelequia que inventaste:
los extraños de la noche pertenecen
a la raza que reside en Buenos Aires.

Buenos Aires, acariciándote,
siento cómo la vida late dentro de mi pecho
porque somos el amor hecho misterio,
somos el amor entre un hombre y Buenos Aires.
Juntos somos lo que se necesita
para que alguien sepa que en la ciudad que habita
está vivo, Buenos Aires, está vivo,
y a cada mañana estará viéndote,
Buenos Aires, su ciudad y su destino.

Caminando tus pasajes siento frío
-frío extraño, Buenos Aires, de desaparecido-
que me llevan a pensar en lo triste de esas calles,
en lo silencioso de tus cárceles,
cárceles vacías de legales detenidos.

Y sin embargo, Buenos Aires, Buenos Aires,
te saludo con amor de amante sin amor,
porque soy lo peor que le ocurre a Buenos Aires.
Soy ese Dios al que no han crucificado,
una bestia que no ha ofrecido sacrificio.
¿Qué reclamo entonces, y entonces qué merezco?
Exijo el conejo a la galera,
reclamo explicaciones al Cabildo.
Grito a Buenos Aires su significado,
grito que grito porque grito y porque grito.

Pido que los culpables sientan esta pena
y que reciban para siempre su condena.

Y al fin declaro y manifiesto:
Te merezco, Buenos Aires.
Te merezco.

AHORA
A R. Walsh
Atados al círculo concéntrico
de la amarga aguja del reloj
te miro.

Te miro en lo profundo y veo
que todo se acomoda en su lugar.

(Me agotaba tanta soledad y noche oscura
hasta que oí tu grito en aquella madrugada;
dijiste que el planeta se incendiaba
y no quedaba tiempo de jugar)

Ahora estoy muerto,
vamos.
Dile al mundo su condena
así, sin argumentos
porque a mí
nunca me creerán.

Ahora estoy afuera.
Diles.
Cuéntales el fin de todo aquello
así, como suena.
Nunca escucharán a los poetas
que siempre pierden todo. Hasta sus cuerpos.

Diles que he creído en casi todo
lo que no pude asir entre los dedos.

Recuerdo la esperanza,
el tiempo del deseo.
Recuerdo las palabras
que tejía y deshacía de mil modos
y luego no había tiempo para nada.

Diles, vamos.
Desde el lado de adentro del cuadrante
sólo queda una certeza,
que es la magia.
Pero no les puedo hablar
porque nunca creyeron en la nada.

Ahora estoy despierto
de un modo que resulta incomprensible,
pero diles
que ellos creen en el tres
o en lo que nunca se dice
sin reparar demasiado en ello.

Ahora que estoy lejos
no cuentan más las amenazas,
ni los gritos, las bombas, las balas,
los mensajes que mandaban sus morteros.

Deben escuchar
(no queda otro remedio)

Diles que está mal
andar matando adultos
y robando niños por la noche,
por larga y profunda que ésta sea,
pues los niños se guardan y se esconden,
y luego les responden desde afuera.

Vamos, diles.
Desde este sitio inmaterial
debo planear toda estrategia
y enviar mi mensaje si hay mensaje en este juego.

Debo hablar.
El engranaje exige agua cuando hay fuego.

Vamos, diles
Que nunca tuve respiro
y que jamás tendré remedio.

PARA HORACIO.
(“No moriré yo, todo…”)
Quinto Horacio Flacco
No moriré del todo mientras quede
un verso de mí brotado. Los tiempos
se recrean por siempre y para siempre
pariendo a las estrellas y universos.

No moriré del todo si respira
una flor por mis huesos abonada.
No me iré si las hijas de sus hijas
resisten a la muerte y a la nada.

No podré hacerlo porque el infinito
guarda el sello y la impronta de mi modo
que es de luces y sombras, acertijo.

No podré hacerlo porque allá en el fondo
de un luminoso y latino hemistiquio
dijiste no. No moriré yo, todo.

CAPITULO III
Mujeres.
“No hay mejor brujería que el amor”
Rubén Goldín, “El ogro y la bruja”
PARA VOS
Busco el poema sin calma ni ternura.
Busco el poema.
Busco la belleza interior
que coincida con la tuya.
Hay un pulso universal que nos contiene,
en el crecimiento vegetal,
en las ánimas de las piedras,
en las tensiones humorales del poema.

Busco perfecciones en los seres
que no nacimos para ello,
busco el pulso que contiene.
Busco el poema.

Sin quietud ni terneza, como un perro,
salgo a lidiar con las palabras.

Puedo por una hipérbole morir,
o una sinécdoque temprana
puede hacerme ver los cielos.
Puedo reír por un verbo irregular
o detenerme, perplejo, ante una duda.
Puedo no sentir la mínima pena;
puedo encontrar el sustantivo
(¿lo sustancial?)
que me ponga a tiro del poema.

Busco el tic-tac de tus relojes.

(Mañana, bastardeados por el cuarzo,
no habrá tic-tacs de madrugada
y se harán otros poemas.

Nosotros, por ejemplo
no escuchamos el siseo de la arena)

Voy más allá de lo que puedo.
(No hay espacio prohibido en la poesía
porque regala la idea del siseo…
multiplica los tiempos de la vida)

Llego donde soles fenecidos
no iluminan cuadrantes silenciosos.
Llego donde se ha perdido todo.

Donde se ha perdido todo y sin embargo
la fe con su pesada luz alumbra.

Esa pesada luz de luna llena.

Me aprovecho:

Sin sosiego alguno, ni delicadeza
sorprendido encuentro una respuesta
aquí encima de mi mesa,
como he encontrado este poema.

LAS COSAS QUE TE RODEAN
Ahora vengo a ver que tengo miedo
de casi todas las cosas
que te rodean.
Ahora que no hay riesgo de perdernos
-porque estamos tan perdidos-
advierto que estoy solo…
Que te has ido.
Que no existe eso que llamábamos
nosotros.

Llueve, claro.
Llueve casi necesariamente.
Por la ventana que da a la calle
me invade una música tenue:
ruidos de ausencia tuya,
el susurro de mi propia muerte.

El agua purifica los deseos
y también la miseria que nos toca.
El agua es sacristía de mi cuerpo,
y poesía y dulce verbo aquí en mi boca.
El agua torna en luz a tu imagen, tu recuerdo
y me otorga mil motivos mientras sueño.

Llueve, es cierto.
Aunque dispare el cañón de la palabra
encima del lugar en donde crezco
he de ver que tu figura estará
siempre conmigo también en mi desierto:
Ella vive en todo sitio y me acompaña
y me da mil razones si despierto.

Todo estará bien mientras estés
cuando caiga la tarde y donde llueva,
aunque tenga tanto miedo siempre
de casi todas las cosas
que te rodean.

VERSOS DE AQUELLOS
Golondrinas de terciopelo
vuelan en mi alcoba.
Sueños incoloros
yacen a sus anchas en mi alfombra.

Fina imagen
que viene desde el centro de la mente
a recostarse entre todo lo que tengo
más allá de todos mis deseos
y cerca de mañana, con tus besos.

Es tu imagen,
y es buena porque al fin en mí florece.
Es tu imagen,
y es mejor porque siempre prevalece.
Es tu imagen,
la primera de todas las imágenes,
y es mejor porque al fin te pertenece.

UNA SENDA MÁS
Camino por la noche interminable
con las dudas que llevo desde siempre.
Bebiéndome las sombras de la calle,
esquivando el deseo de encontrarte,
ignorando las ganas de tenerte.
Tratando soslayar lo inevitable
(esa figura excelsa que es tu nombre)
te recuerdo tratando de olvidarte
y gozosa, las sombras de la calle
me muestran tu figura entre los coches.
Me distraigo.
Pienso en Rubén Darío
y en los mudos estruendos de Vallejo.
Ungaretti, Paul Eluard, todos ellos
me arrancan de a porciones este frío
con claras alusiones a tu cuerpo.
Me embriaga la música, me desconcierta.
Le quita la medida a mi silencio
con egregios acordes de belleza
y esas claras alusiones a tu cuerpo.
No puedo separarte de mí mismo.

Qué tontos los recursos de mi parte
para olvidar tu figura y tu estrella:
Caminar por la noche interminable
hallando entre las sombras de la calle
tantas claras alusiones a tu cuerpo.

MECANISMOS SECRETOS
Apagadas las luces y encendido
el mecanismo secreto
que me lleva hasta tu sitio
se arrastra en el silencio de mis sueños
un breve sortilegio:
tu recuerdo.
A partir de ese instante, por supuesto
sólo puede existir la maravilla
de tenerte en otro tiempo
otro rumbo y otra vida
de ese feliz tiempo compartido
y la certeza de un camino nuevo.

Sueño que estoy soñando
y en la espuria finitud de mi cuarto
la verdad de tu sexo
se acerca susurrando
en su lenguaje experto
las razones
que a mí y a todos
nos alejan del pasado.

Es tu figura clara
la torre de marfil donde cobijo
secretas esperanzas
y a todo el mundo y todo el cielo
y a mi cama.

(Secretos y escondidos mecanismos)

A PUERTAS CERRADAS
No llegué hasta aquel centro:
Yo me perdí en una ingenua filigrana.
Pese a mi adusto gesto de varón
y a las dulces sonrisas que te daba
no ascendí al sol, no trascendí mi tiempo.

No coloqué mi impronta en tu mandala.

Las magnas experiencias
son tímidos recuerdos de derrotas;
casillas fáciles como lo es el infinito.

Como esas flores de papel que no se incendian
si no existe fuego atrás, en la memoria.

Dime qué harías ante el fracaso…
o mejor calla, que tu voz produce frío.

(Es que alguna vez supuse haber sido
el mejor varón de todos, el fauno
que encantaba al bosque y a sus lirios
y les daba sentido a los veranos…)

Al fin no alcancé el centro
preciso, absoluto. Total y necesario
con la magia del órgano y del viento.
Sólo lo rondé con mis silencios:
le dí el color de algún destino incierto.

El íncubo murió en la filigrana
con las últimas gotas de la noche
como suelen morir algunos hombres…

Yo no supe tañir esas aldabas
que abrían de tus puertas las mejores.

PRISCILA
Aquel hombre que vaga por las calles
-mezcla torva de gentil y de eremita-
rumia muerte,
muge toda la muerte que le atañe
pues recuerda la lengua de Priscila.
(Esa rosada flor de carne que crecía
en cada uno de los combates
con el cuerpo de Priscila
era el mar y era la sangre,
y hoy es solo el recuerdo de Priscila)

O su recuerdo.

La dura raíz de mi mandrágora
penetraba la tierra de aquel cuerpo.
Fecundaba, masculina, la grava
para llenar de hijos
a todo el universo.

(O más aún)

Al homre no le queda nada en los bolsillos,
no le queda nada en la cabeza.
Sólo acredita su rumbo
–para colmo, derrotado-
sin los hijos.

Sin la mágica saliva y su presencia
es tan solo una nave a la deriva
esperando la tormenta y sus estragos.

Lengua. Lengua.
Lengua de Priscila.
Recorriendo, brutal, cada pliegue,
caca íntimo pedazo de mi cuerpo.

Las nuevas heridas
vienen en dos por cuatro.
(Demasiado Buenos Aires…)
Y sangrando,
esa mujer, su lengua y su recuerdo.

Lengua; lengua.

Lengua de Priscila.

EN MARTÍNEZ
(Para Susana)
Ando buscando el pulso necesario
de tanta caminata y mil esperas.
Quiero encontrar el ritmo del silencio
y del verano a la hora de la siesta.

Pero voy a ciegas intentándolo
sin ver jamás el fin de mi vigilia,
con esperanza de estar algún día
en el ciclo del centro y la saeta.

Y de pronto unos ojos dan la vida
a ese anciano que me llega desde adentro
incitándome a la puerta escondida
que libera a los niños de mi pecho.

Son tus ojos. Son tus ojos purísimos
los dueños de catarsis inventadas
por la mente, que nunca inventa nada
si vibra el corazón en aquel ciclo.

Pariste una ternura cristalina
de enorme dimensión y tiempo exacto:
Aquella eternidad que ando buscando
tiene hora de visita en tus pupilas.

DULCE FLOR
(para mi hija,
María Mercedes)
Tan pequeña, tan dulce flor de cielo
sólo pudo haber venido
cuando hube yo olvidado mi destino
abyecto de mortal en este tiempo.
Qué misterio tan grande,
qué hermosa maravilla
es saberla tan enorme, tan viva
(y yo tengo tan poco para darle…)
Si ella esperara así que pase el tiempo,
prorrogando mi vejez con su infancia,
yo haría más preguntas en silencio
para aquella respuesta que hoy no alcanza.

Somos seres humanos.

Ha de crecer tan alto como el cielo,
buscará amor sincero
que satisfaga a su alma y a sus manos.
Correrá hacia el destino
gozando su carrera con los años.
Olvidará que existo
y en la joven canción de un hombre bueno
encontrará los mil sonidos mágicos
que conducen al máximo silencio.

Volveremos a hablar
con todo el tiempo tras nuestras espaldas,
pero solo sabrá
todo cuanto yo siento
cuando esa flor resurja
tenga la propia, suya:
otra pequeña y dulce flor de cielo.
 
CONTIGO
Anduve todas las calles
que puede hoy en día
ofrecernos Buenos Aires.

Necesité a veces del silencio:
otras, con mi soledad era bastante.

(En medio del gentío y y recuerdo
podía haber la guerra, por ejemplo,
y yo tan nada, ahí, boyaba apenas con la tarde,
soñaba algún destino de andariego…)

Empezó –creo- en ese sitio mi camino.
Anduve a tientas por supuesto en el principio,
esperando que hubiera luego luz
o al menos una guía en la tiniebla.

Nunca tuve nada de eso.
Todavía ensayo aquel principio.

Transcurrió desde entonces algún tiempo
que –a veces- creí que pasaba en vano
pero eso nunca de los nuncas será cierto.

Se multiplicaron por milcientos las mujeres
y no hay cosmética posible en el guarismo
ni solución de medida en el conflicto
cuando uno de amor está que muere.

Anduve calles.
Anduve todas las calles de la noche
y casi en ningún caso lo hice solo.

Sin embargo, yo lloré por tu figura,
-ahora lloro-
pues algo vibra en el aire todavía.

Algo flota en el aire, entre nosotros.

(Aparecieron mujeres
desde todos los lugares.
Desde calles impensables,
a partir de las veredas aparentes.

Caminé Buenos Aires en mi cuarto.

(Quizás yo hube elegido de todos los trazados
aquel que de todos es distinto;
aquel que es de todos diferente)

No lo sé.
Nunca sabré lo cierto de tu rima.
Son cuestiones de los ritmos.
Música.
Las cosas propias de nosotros.

El cuerpo.
Doscientos siete huesos:
mil sonrisas en tres meses.
Santorini que trabaja en mí a destajo.

Pero hay algo más
por encima de todas esas percepciones.
(Aquí podría hablarte
del receptor de la pungencia…
de mil estupideces
Prefiero pese a todo andar desnudo.
Nadie conoce el mí-contigo a ciencia cierta)

Hay algo más, siempre,
acercándose for ever donde estamos,
caminando tranquilo hacia nosotros.
Destejiendo mil Penélopes sin tiempo,
recosiendo algún harapo con aplomo.

Después de tanto y tanto comprendí
que siempre flotará aquello en algún sitio,
en las áreas que rodeen
nuestro cielo o nuestro abismo.

Ví que puedo yo inventar
diez mil otros caminos,
o una senda que me lleve a cualquier parte.

Alcanzo a ver ahora
que pese a haber buscado mil atajos,
y aunque en todos lados
haya encontrado contracurvas
y haya tropezado con rectas,
con estadios divergentes
y descéntricas esferas,
y principios simulados e infinitos…

Veo que no.
No hay nada que hacer con el destino.

Entiendo
que le pese
a todo el que le pese, aunque la furia
de los mil que gritarán el mismo aullido
no hay nada que hacerle,
nada:
El asunto pasa siempre por tu nombre.

El asunto es contigo.
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