miércoles, 26 de diciembre de 2012

Reciclar en Buenos Aires


¿Por qué reciclar?
Las sociedades avanzadas separan la basura en origen, según distintos regímenes vigentes. En Alemania, los edificios están obligados a habilitar tres cubos de desperdicios en el sótano, para que los vecinos separen según la categoría del desecho a descartar. En Japón distinguen once clases de residuos (separados en los propios hogares)
Mientras tanto, Buenos Aires pierde por goleada el prometido Plan de Campaña “Basura Cero”. 

¿Cómo empezar; qué reciclar?
Hay cuatro elementos principales para reciclar: 
a) Papel.
El problema de la basura es su volumen. Las fotos muestran algunos modos de desechar sobrantes reciclables. Resulta útil prensar el papel en una caja de cartón. Es absurdo abollarlo, porque aumentamos su volumen.


 b) Vidrio y metal.
El vidrio pierde volumen al quebrarse, pero no conviene romperlo en casa por nuestra seguridad. Es provechoso abollar las latas y darles -a botellas y a latas- un breve enjuague. Se recomienda la brevedad pues malgastar agua daña al ambiente.

c) Tetrabriks.
Los envases tetrabriks pueden plegarse como se ve en las fotos. Aquí también es positivo un enjuague sin malgastar líquido. Esta acción evitará el posterior alimento y proliferación de moscas y cucarachas.


d) Botellas de plástico.
Aquí reside la mayor ganancia en espacio: Al plegar las botellas para quitarles el aire y apretar las tapas para reducirlas, el plástico pierde un 78 % de su volumen. Luego de unos segundos con la tapa cerrada, el plástico toma la forma provista. Luego pueden quitarse las tapitas para darlas en los centros que las reciben a beneficio de varias fundaciones. La bolsa que se ve abajo a la derecha contiene 12 botellas de plástico abolladas.A su lado hay un celular, para comparación.


e) Pilas.
Los especialistas no han llegado a un criterio único en el desecho de pilas y baterías. Con la información que hoy en día tenemos, lo mejor es usar pilas reciclables. Mientras tanto, podemos a) poner las pilas usadas y agotadas con los metales (o sea, con las latas) o b) conservarlas en el lugar de origen -aislando los polos, como se ve en la primera foto- a la espera de que una autoridad a la altura de las circunstancias plantee a la comunidad un plan de reciclado serio y responsable.


Toda la información de esta entrada está desperdigada en la red. Hasta donde sabemos, nadie la compiló antes.
Fotos: JSOM.
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sábado, 15 de diciembre de 2012

Constitucionalidad de la ley de medios audiovisuales.

Click aquí para el el fallo completo del juez Alfonso sobre la constitucionalidad de los dos artículos de la ley de servicios de comunicación audiovisual que obligan a todos a adecuar su estructura para eviar posiciones dominantes de mercado.

http://www.cij.gov.ar/adj/pdfs/ADJ-0.944719001355520873.pdf

lunes, 12 de noviembre de 2012

10 técnicas de manipulación mediática - Sylvain Timsit



1. La estrategia de la distracción El control social se logra con la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y  económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. Esta distracción es indispensable para impedir al público interesarse por conocimientos esenciales en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales” (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Funciona así: Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desean imponer. Por ejemplo: Fomentar la violencia urbana e incluso organizar atentados sangrientos o crímenes contra la infancia para que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. También puede crearse una crisis económica para lograr la aceptación del retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de servicios públicos como un mal necesario.
3. La estrategia de la gradualidad. Esto es muy difícil y se trata de imponer el consentimiento para una medida inaceptable, aplicándola gradualmente, a cuentagotas y por años consecutivos. Así, condiciones socioeconómicas nuevas y terribles para la sociedad -como el neoliberalismo- fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir. Otra manera de lograr la aceptación de una decisión impopular es convertirla en “dolorosa y necesaria” -en el momento- para una aplicación futura. Porque las culturas religiosas acostumbraron a la masa para que acepte con más facilidad un sacrificio futuro que uno inminente. Primero, porque el esfuerzo no es requerido de inmediato. Luego, porque el público (la masa) tiene la tendencia a creer que “todo mejorará mañana” y que el sacrificio exigido podría ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura o un deficiente mental. Cuanto más se busque engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si tuviese la edad de 12 años -o menos-, en razón de la sugestión, ella tenderá con cierta probabilidad a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico. como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y luego en el sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional abre la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores” (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Se trata de promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto. Esto también se impuso desde la televisión de los ´80 y ´90, con inercia hasta el presente.
9. Reforzar la auto-culpabilidad. Se trata de hacer creer al individuo de que él es el culpable de todo, por su propia desgracia, por causa de su escasa inteligencia, de sus capacidades o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos cincuenta años, los avances de la ciencia generaron una creciente brecha entre los conocimientos del público y los utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

Atribuido erróneamente a N. Chomsky. El original está en http://www.syti.net/Manipulations.html, en francés. El documento “Armas silenciosas para guerras tranquilas”  está en muchos sitios de la web.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El eternauta a través del tiempo, del fuego y del espacio.

El eternauta a través del tiempo, del fuego y del espacio.
Por Juan Pablo Dufourq.



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jueves, 1 de marzo de 2012

Los estados del Estado. (2 de 3)


 Por Horace de La Bruyère.
1966.
Otra triste dictadura emergente, recordada como "argentina" restringió los derechos de los trabajadores, estudiantes y jubilados. Una vez más la ceguera social y la ineptitud política llevó a los militares que tomaron el poder a los sopapos y trompicones por la realidad y en siete años debieron abdicar con pena y sin gloria, para devolverle el gobierno –dieciocho años después- al peronismo, en la persona del Dr. Héctor Cámpora, cuya fórmula de gobierno obtuvo el cincuenta por ciento de los votos.



1973.
Lo que siguió fue una etapa de alineación con los países emergentes –entonces llamados del tercer mundo o en vías desarrollo- de recuperación para la industria nacional argentina y de concientización de la juventud sobre la protección de los bienes, servicios y recursos naturales del país frente a intereses extranjeros. Todos los jóvenes tenían una clara cultura política y firmes argumentaciones para sostener cada una de sus afirmaciones. Todos discutían términos abstractos de economía marxista, fórmulas dialógicas o clichés como la contradicción fundamental de Mao y hasta estrategias de guerra al estilo de Tsun Tsu, como si todos esos fueran tópicos usuales de la vida cotidiana. Esto trajo consigo discusiones permanentes y derivó en una conmociones internas debido a los extremismos surgidos por la exacerbación de las ideas y las posturas beligerantes con sus opositores, tanto de izquierda y como de derecha. En esa época hubo en Argentina una gran conciencia social y colectiva sobre los tiempos difíciles que el el país y el mundo atravesarían.

1976. 
Promediando la década, volvieron a usurpar el poder otros militares, decididos esta vez a hacer mayor daño republicano de la historia en toda América: Esta infame administración cometió crímenes de lesa humanidad, instrumentó un sistema de destrucción de la industria nacional, de conculcación de derechos, de congelación de salarios, mientras ejecutaban su plan de entrega acorde a los intereses de los grupos económicos extranjeros ligados con algunos socios locales. Montó un sistema programado de muertes ilegales y desapariciones de personas. En muchos casos les quitaron el patrimonio a las víctimas y las identidades a sus hijos, para apropiarse de sus bienes, con lo que los hijos de sus enemigos se transformaron en botín de apropiación. Algunos fiscales, jueces y otros funcionarios de la justicia oficiaron de asesores legales de ese período, tristemente autodenominado como Proceso de Reorganización Nacional. Pero, como la memoria histórica siempre define a la postre de manera sabia, este otro (des)gobierno finalmente es recordado como la dictadura a secas, quizás por haber alcanzado el paroxismo de la vileza, de la locura y de la maldad. En cuanto a su manejo de gobierno, es recordado como terrorismo de Estado: Hasta el ministro de economía de ese régimen abyecto se vio envuelto en la desaparición de un funcionario de su ministerio, quien se había negado a firmar la compra de una compañía a un precio exorbitante. También estuvo implicado en la desaparición de un empresario con quien rivalizaba comercialmente. El pueblo empezó a cuestionar la legitimidad de estas aberraciones políticas. La dictadura se embarcó en una guerra ad hoc: Invadió las islas Malvinas, usurpadas por Inglaterra para cohesionar el espíritu patriótico argentino. Ese indigno régimen será recordado –sobre todo- por la desarticulación de la industria argentina y la desaparición, tortura y asesinato de civiles y tras fracasar en la política, colapsar la economía y finalmente perder la guerra, la dictadura impotente admitió su ineficacia y se vio obligada a llamar a elecciones.

1983. 
Una vez más, como repitiendo la historia, accedió al poder otra administración radical, ese digno partido con una creencia fanática en la democracia, como no le gustaba a Bertrand Russell. El gobierno del Dr. Raúl Alfonsín inauguró un período de felicidad y esperanzado futuro para el pueblo argentino, como si no hubiera límites para el crecimiento, el desarrollo y el respeto de las ideas propias y ajenas. Enfrentó, a la vez, a un enorme enemigo de la voluntad democrática, que es esa asociación mediática que tuerce primero el discurso y genera luego una tendencia de pensamiento. Ese enemigo interno, el cáncer moral de la nación, como lo definió un valeroso periodista, provocó mayúsculas desilusiones posteriores. Así, ese gobierno radical, sobreviniente al de la peor dictadura jamás gestada en América resultó herido e imposibilitado de continuar por los ataques de la prensa y debió dimitir antes del tiempo previsto en la Carta Magna argentina.

1989.
El revisionismo histórico argentino –en algunas ocasiones proclive a los extremos- ha bautizado como década infame a la que empezó con otra funesta dictadura, en 1930. No imaginaba lo que ocurriría en la última década del siglo XX.
Este período –recordado como el menemato- se caracterizó por el engaño y la traición a las decisiones del pueblo argentino, sin necesidad de tener a una marioneta militar en el gobierno. Se concretó en la década más infame –y por el concurso de ese Estado liberal regente- la entrega de la industria, la salud, la educación, la seguridad, el transporte, el correo y las comunicaciones, el control del espacio aéreo del país a los grupos económicos extranjeros que habían estado esperando por décadas.
Con licencia de Jean Paul Sartre, el liberalismo no es un humanismo.
Se convino en que el mercado era el soberano y que, a raíz de él, no era una inmoralidad política permitir la venta de parques nacionales, reservas indígenas, ojos de agua únicos en el mundo a inversores extranjeros que pagaron precios viles por la tierra. Quedó establecido que todo daba lo mismo, y así resultaba lógica la afirmación canalla que solía repetir el ideólogo más granuja de la entrega: Es lo mismo producir aviones que caramelos, pues vivimos en un mundo globalizado.
Así como en una vieja película puede verse cómo la mafia se reparte una isla con el beneplácito de su gobernante corrupto, en Argentina se brindó por la destrucción de la industria y el sometimiento de los bienes nacionales. Todo con la anuencia de un gobierno electo y el aplauso permanente de una corporación ideológica que se alió con los medios de información y comunicación para bajar una línea discursiva: El nuevo enemigo.
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domingo, 22 de enero de 2012

Los argentinos

Por Horace de La Bruyere.
 
Esta novela corta obtuvo primer premio en el Régimen de Fomento del Fondo Nacional de las Artes de la República Argentina en su género,dentro del Régimen de Fomento a  la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial para el bienio 1991-93.

Comisión Asesora de Letras del Fondo Nacional de las Artes:
Esther de Izaguirre, Carlos Paz y Nina Thurler.

Primera parte, en la que se describen ciertas relaciones de la familia consigo misma.

Nos gustaba hacerles creer a todos los demás que formábamos una familia normal. Mi hermano el austríaco solía esconder cualquier señal del Imperio ante la llegada de cualquier visita. Franz, mi padre de Baviera, se resistía a creer que ese muchacho fuera tan listo. El tío Martin, -catedrático en Friburgo- sostenía que la información genética familiar estaba grabada tanto en Karl como en todos nosotros. Franz, el padre de Baviera, siempre discutía con el tío Martin sobre este aspecto, ya que, por ejemplo, tenía a la abuela semítica encerrada en el altillo y no quería saber nada con soltarla. Mamá Mourinho, directora técnica, le llevaba la comida a la abuela semítica con ciertas reservas de su parte ya que no estaba demasiado segura sobre el completo aislamiento de la abuela. Creía que la vieja recibía ciertos refuerzos de parte de algún infiltrado en la familia porque era imposible que la anciana sobreviviera sólo con cuarenta gramos de porotos semanales. El que se hacía el plato pero el plato de veras era el primo Alejandro, que siempre fue un malvado para ciertas cosas. Resulta que le robaba casi la mitad de los porotos a la abuela para ver si aguantaba. La vieja estaba completamente loca y olía como un orangután en celo, pero qué celos ni ocho cuartos si lo único que le importaba eran esos escasos porotos que le quedaban después de la expoliación del primo Alejandro, el hijo de la tía Juana la hermana de papá uruguayo. Papá uruguayo tiene su historia, pero mejor seguir con las expoliaciones. Otro que gustaba de los porotos de la pobre orangutana de la abuela semítica el Bebote, una especie de malformación que crece en cualquier familia que se precie de tal. El Bebote es sinceramente brillante, poseedor de un cerebro de esos que se ven unas cinco o seis veces por siglo. Pero, pobrecito, sus funciones no se corresponden en absoluto con su anatomía: Nunca pudo dominar a su cuerpo para nada. Es capaz de volcar su plato de comida seis veces en la misma cena, habiendo entrevisto, mientras tanto, las relaciones no evidentes ni evidenciadas entre la héptuple fuerza de la materia simple del gas freón aplicada sobre un campo de helio cuyas masas estén perfectamente equilibradas en medio de una fuerza magnética de –digamos- treinta kilos por centímetro cuadrado. El Bebote tiene en servilletas de papel descartable que a tal efecto –el de servilletas- ha mandado comprar la madre marina. Pero nadie – ni siquiera el más brillante vástago de la madre marina, que hasta ha ido a comprar las servilletas- es capaz de entender esos logaritmos y ecuaciones. Franz, mi padre de Baviera, cree que las ecuaciones del Bebote forman parte de una cosmografía que viene a perfeccionar y a completar la de Johannes Kepler, pero aquí también discrepa con el tío Martin, a la sazón catedrático en Friburgo. Tío Martin sostiene que el Bebote es oligofrénico y que sólo usa los porotos que le hurta a la abuela semítica con la aquiescencia de Mamá Mourinho, directora técnica, para arrojarlos a as cabezas de los transeúntes desde el balcón del piso que la familia tiene en la calle Charcas, compartido en parte aunque no del todo con ese personaje que viene a ser el pobre fascista pelado manu militari, también conocido como el indigente anciano de los pisos inferiores, habida cuenta de la propensión genética que tenemos en casa hacia el latín, la elipsis y sobre todo al pleonasmo. Pero todo el mundo sabe que el tío Martin es un poco del palo, también por haber apoyado al Régimen de la Iniquidad en su momento. Sus enemigos –los del tío Martin- dicen que está loco, pero en realidad está clarísimo que su mente es la última totalizadora de este siglo que se fue, y que nadie ha alcanzado tanta variedad de ciencias y en tal profundidad como él, Tino de aquí en adelante. Pudo aplaudir a los clowns del Régimen de la Iniquidad, pero en aquel momento era demasiado joven. Además, muchos de sus seguidores ahora demuestran por medio de cálculos no tan convincentes como los del Bebote en las servilletas de papel descartable que a tal efecto he comprado yo que vengo a ser el hijo de la madre marina, que en realidad Tino nada o casi nada tuvo que ver con el Régimen de la Iniquidad, que su participación se trata de un error histórico a todas luces olvidable. Y si bien puede haber quienes de nosotros no olviden, el error es perdonable, casi siempre. Aún así, si la mayoría no perdona al Régimen de la Iniquidad, siempre existirá el modo de indultar porque Dios es sabio, Alá es grande y Racing el primer campeón mundial de la historia de nuestro fútbol. Y aunque alguna vez se haya ido a la B, aunque no le llegue ni a la cintura al Rojo, también salió de Avellaneda y tiene la hinchada más obcecada del país, qué jorobar. Porque eso es lo que hace grande a un club. Una hinchada que lo siga a todos lados y que llene el estadio todas las semanas, no importándole que la convocatoria se lleve a cabo un domingo, un sábado o un martes. Puedo recordar en este aspecto y como si se tratara del día de la fecha aquel 25 de junio de 1978. Yo era muy joven. Nunca había escuchado la palabra desaparecido en el sentido que el Régimen de la Iniquidad la popularizara por medio de ciertas baladas francesas, algunos años después. En mi colegio no había drogas, nadie decía una mala palabra y no volaba una tiza. Alemania - Polonia abrieron el campeonato en un partido anodino, con clarísimas estrategias defensivas. El cero a cero final es una prueba de lo que digo. Esa tarde Tino la emprendió con la epistemología, dictando una conferencia pública, abierta, gratuita y también anodina. Esa misma tarde, también, con el aval del venerable general don Rafael, último eslabón de la cadena de mandos y único comandante apresado tras la guerra por el fuego, liquidaban a Dagmar, quien vaya a saber de cuál novela es protagonista. De ésta no. Sólo argentinos. El gordito Nono Lucas, mujeriego incorregible, borracho de los que ya no quedan en el Río de la Plata, aquella tarde estuvo haciendo el amor a una mujer que podía ser su nieta, pero, claro, todo aquello fue otra de las tantas extrañas ecuaciones y cuestión de gustos a la hora de la siesta, cuando peregrinas o no tanto erecciones atacan a los hombres y las mujeres quieren hacerse cargo de algo intangible como un orgasmo. Dios perdone a los hombres, mientras se ríe en su reino de flores y música inmortal. Papá uruguayo, único hijo de Haile Selaisse, un pariente negro de origen desconocido pero más que presumiblemente africano, y si me dejan elegir, de la zona de Olduvai, que es de donde proviene la familia, recuerda que ese día paseaba por la Plaza de Mayo, cruzándose por vez primera con la gente de los pañuelos blancos, pobrecitas. Después todo se desvirtuaría, como siempre es la costumbre entre los eres que habitan estas tierras, pero en el fondo esta gente no se diferencia de la que vive en otros sitios, por lejanos que sean. Papá uruguayo, casi único hijo de Jessica Hakim, quien fuera princesa oriental en su momento y famosa entonces por su belleza y su terrible maldad, no quería pensar en el asunto porque le dolía calculara tantos muertos a manos del Régimen de la Iniquidad que sustentara el venerable general don Rafael, a la sazón también parte de la familia. Adentro de estas dudas se debatía el papá uruguayo, cuando esa tarde de junio sólo se dijo que estaba todo podrido, guardando un silencio que duró exactamente siete años, siete meses y siete días. La prima Alejandra, que siempre se conduele de casos como el suyo –es posible que sea ella quien sobrealimenta a la abuela semítica- lo acompañó en el silencio por escasos veinte minutos, y más tarde concluyó que lo mejor sería comunicarse con el mundo para establecer los debidos contactos, y obligar así al Ministerror del Infierno para que dijera dónde estaba todo el mundo. Todo el mundo que no estaba, claro. Posiblemente, después de todo no importe en absoluto cuáles sean las reacciones tanto de la madre marina cuanto del padre oriundo en Baviera. En última instancia el más afectado por los hechos resultó ser el venerable general don Rafael que hasta hizo una declaración de carácter definitivo para la prensa escrita. Definitiva y escrita ya que el venerable ha decidido no atender a la radio ni a la televisión porque su aspecto se vio profundamente afectado por los hechos que son de público conocimiento, porque la verdad es que él no sabía nada. Adelgazó hasta el paroxismo y su imagen se tornó así lastimosa, aparte de tartamudear como una de esas ametralladoras Uzis que él tanto apreció siempre, más allá de toda ideología. Este asunto del tartamudeo sobrevino después de una fuerte emoción, la que nada tuvo que ver con los ribetes más sobresalientes de su dilatada y siempre ascendente carrera. Él, que fuera responsabilizado por más de ocho mil asesinatos debidamente comprobados, que le arrancara lágrimas a don Jorge el insensible y que soportara con estoicismo la prisión y la indiferencia de sus pares, así también como el escarnio inevitable de la plebe, se volvió completamente tartamudo al enterarse que la prima Alejandra estaba embarazada. Si el tartamudeo se contrarrestara con otra impresión fuerte, tal como ocurría en la serie televisiva “Valle de Pasiones”, cuyos personajes la adquirían y la perdían a los golpes, si se contrarrestara la amnesia, decía yo, con una impresión tan fuerte como el embarazo de la prima Alejandra, esto sin duda debía haber sido el asunto de la locura de La Tablada, pero no fue así. El venerable siguió tartamudeando como en sus mejores épocas, escupiendo a todo el que se le pusiera adelante. Lo más doloroso para él fue que entre los organizadores de la locura de La Tablada se encontraba Fray Ángel Seisdedos, aquel de apariencia inequívoca, personalidad esquizoide y sexo polifacético, a tal punto de ser conocido además como sor Angela Travis, primera pastora protestante después del acceso de la familia al primer mundo, penetrita mediante. Fray Ángel/Sor Angela es sin duda un ser prodigioso, quien entre otros fenómenos fue capaz de haber procreado un hijo de sí mismo, engendro que no es otro que el Bebote y que tantas satisfacciones les diera a sus padres. El Bebote también es uruguayo, como alguno de mis padres, pero lo suyo –lo del Bebote- es meramente circunstancial. Su concepción ocurrió cuando Fray Ángel debió viajar a la banda Oriental por cuestiones espirituales. Aparentemente un tupamaro de ley había perdido su fe combativa después de haber cobrado un suculento rescate por la liberación de un poderoso industrial ítalo norteamericano cuyo nombre nunca revelaré, pero que había sido agente de la CIA en sus ratos libres. A todo eso mi hermana Gisella la traductora instantánea se permitía baños de sol con su novio en la terraza de un hotel internacional de Buenos Aires completamente desnudos ambos para sorpresa de la grey católica y delectación de los medios de comunicación de aquella época, que viene a ser ésta pero un poco retrasada, en fin, todo es cuestión de medida, recitaría la madre de Pablito que no es de la familia. Mi hermana decía tomaba sol en bolas pero esto más bien su novio en una de las más elevadas terrazas de esta pálida ciudad planeando quién sabe qué fiesta porque a ellos siempre les gustó sorprender; mientras tanto, el tupamaro converso por el dinero del rescate, mas no por la sabia palabra de Fray Ángel, observaba atentamente a Gisella que sus buenas tetas tiene, aunque haya pasado tanto tiempo. “Hoy, querido”, decía el tupamaro converso a una revista francesa... “la vida está compuesta de infinitos instantes, cual ladrillos de una casa. El negocio es sacarle el momento único a cada ladrillo”, como haciéndose increíble eco del futuro, algo posible de encontrar muchos años después en aquel librito inhallable de Pierre Rey sobre su temporada con Lacan: “Eres lo que gozas”,  pero en aquel entonces Pierre Rey empezaba solamente a ufanarse del avaro Jacques, sin lugar a dudas su Gran Otro. El otro nuestro, el tupamaro, seguía explicándole a Jean-Claude Lumiére que quería ser feliz a toda costa, pero no en la globalidad sino en la particularidad de cada uno de esos instantes o ladrillos, citando a futuro, sosteniendo como Rey que la felicidad nunca había hecho feliz a nadie, todo esto mientras le fichaba las tetas a mi hermana Gisella, ya que la entrevista se llevó a cabo en la terraza a la que ya hicimos referencia. El que no caza ni una de las que le tiro es Narizota, pero después te cuento porque se trata de una historia casi incestuosa que me involucra y por ahora no quiero meter las manos en el fuego (otra vez). Ci vediamo.

Apósito de la primera parte, donde se ventilan ciertos trapitos que mejor no haberse puesto a contar, mire.

Porque si bien una parte de la familia es aristotélica y tomista, hay unos cuantos ateos de la parte de los marxistas leninistas que no le cuento. Le cuento que no hacen lío, porque los otros no existen. Es la rama del pe ce, no de la familia sino de los zurdos, ésa de la que mejor no hablar. En realidad lo más interesante del caso es la actitud de los primos que eran pobres, eso cuando eran chiquitos, y después se convirtieron en apoderados de las finanzas habidas tras los secuestros extorsivos, vea qué horror. Eran muchos, muchísimos, pero a algunos de ellos los mataron en combate, otros se tomaron el pirulero, usted me entiende, y la mayoría desapareció. Así como se lo digo. Nada por aquí, nada por allá. En una de ésas es lo mejor, con los despelotes que hubo siempre en este país. Pero eso es irse por las ramas y yo no, vea, no hay nada ni nadie que me saque de mi rutina. El asunto es que cuando se rompió la cadena de mandos, allá en el treinta, las instituciones desaparecieron, por lo menos en el seno de la familia –que es de todas, la primera institución- y eso es decir mucho. A nadie le pueden contar la historia cuando la vivió, de modo tal que los tíos Barca, Navaja y Pernía se resintieron muchísimo en contra de las instituciones cuando se armó la gorda por el tema de los frigoríficos. Don Leandro, a la sazón concuñado del padre de Baviera, terminó sus días del modo que ustedes ya saben, llevando –sin darse cuenta- a la ruina a cierta parte de la familia que nunca le perdonó tanto patriotismo. Algunos de ellos reaccionaron violentamente en contra de lo que creían era un atropello por parte de don Leandro: Cómo iba a dispararse así, sin avisar, le reprochaban. Los tíos rebeldes –y no me refiero con esto al grupo de rock- se parapetaron entonces en la quinta del sur del Gran Buenos Aires, la de Quilmes, y no salieron de allí ni con la amenaza de la tercera invasión inglesa, que se produciría allá por el ochenta y dos, la puta que los parió. El caso es que se aislaron de la realidad (los tíos rebeldes, no los ingleses) y fuera de la realidad empezaron a vivir otra, que terminó enajenándolos de tal modo que creyeron ser los depositarios de la única verdad de la familia. Afortunadamente la abuela semítica –para entonces era muy joven y se desplazaba perfectamente dentro del territorio perteneciente a la familia- les acercaba sus insoportables budines, a los que siempre les faltó azúcar, levadura y huevo. Esa especie de mazacote indigestible pudo haber incidido en el ánimo hepático que desarrollaran con el correr de los años los tíos Barca, Navaja y Pernía, pero fundamentalmente, ellos desarrollaron un odio de clase, que podría calificarse como de clase “A”. Orientaron a toda una parte de la familia hacia valores completamente ajenos al espíritu de nuestro ser nac and pop, tanto, que resulta casi incomprensible que yo mismo los haya denominado “valores”. El nono Lucas aprovechó en principio esta situación, ya que las jóvenes revolucionarias le resultaron desde siempre particularmente fáciles de engatusar y voltear, (en el sentido copulativo del término) sobre todo en la etapa del adoctrinamiento, cuando prolifera la lectura de tanto iconoclasta de izquierda y el café instantáneo, con perdón, eso sí, del verdadero café. Lo peor del caso fue la reacción en cadena que dispararon en aquel entonces y hacia muchos años después, cuando la otra rama de la familia tuvo la sartén por el mango y reventó a tanta gente, suerte que se salvó Pirillo, el repartidor de garrafas anarquista de quien hablaremos en su debido momento. En esa especie de equilibrio universal que tan bien manejan los orientales como la princesa Jessica Hakim o el padre uruguayo, hubo después de muchos años otros iconoclastas que creyeron tener -sólo ellos- la única verdad de la familia. Contarlo no es como haberlo vivido, pero créame que me sensibilizo cada vez que vuelvo sobre el tema. Pepe Trotsky, el militante de izquierda y multiplicador de dinero utilizado por los poderes de las sombras para manejar sus finanzas, decidió un buen día que era mucho mejor (más seguro) retornar al seno de la familia y decidió pagar sus culpas. Fue confinado a una de las habitaciones más pequeñas de la planta baja, cerca de la cocina, y privado de ingerir postres durante veinticinco años. A todo esto, los tíos rebeldes se reprodujeron y tuvieron muchos hijos, a la buena de Dios y sin espectacularidad ninguna. Sinceramente, no sé cómo seguir. Decirle a usted que formaron una banda armada con fines de lucro es poco. En su momento tuvieron poder, no crea. Mire que hasta el tío Kelly estaba callado... Pero ése es un dato histórico de imposible constatación. Nuestras generaciones se criaron en estas divisiones, lo que incidió para que surgieran disputas en la confección de la lista, claro que deberé informar qué es la lista. Se trata de un libro enorme, donde nos anotamos... Pero después le redondeo. Estábamos en el poder de los primos, que era bastante, teniendo en cuenta que no había en la familia antecedente alguno de movimientos de esa naturaleza. El negocio de los primos del sur se autofinanciaba, se autoabastecía y finalmente se autoconsumió. Ocurre que esa parte de la familia que confundió marxismo leninismo con una ideología, con una religión, o vaya a saber con qué puta, pedaleó, pedaleó y pedaleó una bicicleta irreal hasta que se acabó el pavimento. En el fondo les vino bien, porque, seamos sinceros, esa parte de la familia, tanto tiempo encerrada en la quinta de Quilmes, era un poco tarada, vea, como los otros, que desaparecían gente, ni más ni menos. Tarados a tal punto de no tener nada que ofrecer ante su propio triunfo. Así cualquiera, incluso el Gorrión Ramos Mexía, falso recitador del programa de Tato Bores e ideólogo de La Tablada, del que hablaremos también en su debido momento, ya que está más a la izquierda aún que los tíos rebeldes. Pero todo eso forma parte de un capítulo al que se lo entrevé lozano y fresco a la vuelta de la página, no ahora porque medio que cansa; mejor voy a preparar unos mates.

Segunda parte

En la que sigue presentándose a la familia relacionalmente con el mundo que la rodea.

El aparte viene a cuento porque la computadora familiar –ésta misma en la que tipeo, fervoroso, cual homínido golpeando la roca con el buril- esta computadora Ultra Cymes de 8 K-Bytes (fabricación nacional o por lo menos ensamblada en la isla Maciel), de la que se valiera el Bebote para pergeñar el sistema básico de las súper cuerdas con un palito en la boca porque ése es el único modo en que el pobre le acierte a las teclas, no se banca tanta información de golpe y entonces hay que cortar el discurso a cada tanto. Está bien que el Bebote usaba otro programa, pero la escasa capacidad de memoria del equipo viene a confirmar su genio excepcional ya que a cada tanto él también debía cortar, quizás en medio de la argumentación sobre la futilidad del determinismo de Laplace –con todo respeto, claro- o de ciertas elucubraciones acerca de la incertidumbre en la mecánica cuántica respecto de ciertas parejas de cantidades, como por ejemplo la posición y la velocidad de las partículas. Un día lo encontramos, pobre Bebote, en medio de un ataque de risa frente a la pantalla, babeando el teclado a más no poder. Afortunadamente ya había podido hacer un Barra-File-Save a tiempo y pudimos leer en la pantalla que en realidad  no había por qué esperar que las partículas respondieran a aquellos viejos parámetros: Tal como en el determinismo de Laplace, que al Bebote le quedó chico, la comunidad científica actual podía a partir de entonces pensar que las partículas no deben responder a ninguna posición o velocidad: el Bebote las representó por medio de una onda, que una vez conocida puede calcularse en cualquier otro instante no de la propia existencia, sino de la existencia de la onda. Si bien es cierto que la idea así desarrollada puede parecer descabellada, no debemos olvidar que también lo pareció la teoría de las cuerdas heteróticas autoconsistentes que el Bebote dio a conocer en la década del setenta. EN tal teoría cabían los agujeros negros, la idea de la unificación de todas las teorías en perfecta consonancia con la del Bebote, la creación del mundo por parte de dios y viceversa, y la existencia de estructuras biológicas autoconscientes de sí que investigan el origen del universo y se interrogan acerca de la naturaleza de Dios. Afortunadamente el tío Martin rescató la información en un disquete y la envió a Cambridge, donde tiene catedráticos conocidos, quienes finalmente fueron quienes dieron a conocer el trabajo del primo Esteban a la Comunidad Científica Mundial. Es curioso pero debió ser reconocido en todo el globo para que en el seno de la familia recordáramos y volviéramos a pronunciar su nombre: Esteban. Pero a las dos semanas volvió a ser el Bebote, qué jorobar. Con los derechos de su libro, el primo Esteban Falcón accedió por fin a su silla de ruedas con motor eléctrico con la que ahora se desplaza por el enorme caserón de la familia. El primo Alejandro, malvado y travieso, ladrón de estatuas y traficante  de armas, se las ingenió para alisar parte de las escaleras, convirtiéndolas así en rampas especiales para que el Bebote se desplace. Algunas de ellas son muy inclinadas y por lo tanto demasiado rápidas, y es por eso que es frecuente verlo, pobre Bebote, con su nueva silla eléctrica de sombrero, sangrante y feliz, con esa sonrisa característica que no informa nada porque es un rictus adquirido por su enfermedad que está terminando con su cuerpo, pero que gracias a Dios no le impide seguir pensando. Frida H., la hermana del tío Martin y del padre de Baviera y por eso mismo tía ella también, en aquel tiempo se acostumbró a tomar velocidad en las rampas sin necesidad de silla alguna, y a veces se estrellaba contra una pared de la planta baja, pero como es tan gorda sólo rebota un poco y después sigue. Frida H., a quien nunca pudimos llamar “tía”, se acuesta con el Gorrión Ramos Mexía, también de la familia pero bajo un nombre supuesto ya que se trata del falso recitador del programa de Tato Bores e ideólogo de La Tablada. A raíz de esas encamadas fue que el Gorrión consiguió financiación para las armas. El dinero salía en realidad del Banco del Noroeste, sobre el que nadie sabía para entonces que estuviera copado por capitales de origen árabe, pero también, quién lo hubiera dicho, si en el Directorio se sentaban dos hijos de la abuela semítica, no tan locos y en absoluto malolientes como ella. En fin, el Gorrión se valió de sus generosos veinticuatro centímetros de envergadura para llevar a cabo la operación más histérica a la que recurriera alguna vez la ultra izquierda de la familia, que en paz descanse. El que nunca tuvo oportunidad de ponerle las manos encima al Gorrión fue el marido de Milonguita, que es casi como de la familia. Cuando desapareció el primo Pirillo, aquel anarquista repartidor de garrafas, el marido de Milonguita se acercó a la mansión de la calle Charcas como quien no quiere la cosa, casi sin intención, como quien pasa por ahí, y nos enteramos que tenía una Empresa de Seguridad. Lo dijo así, como al descuido, y el padre uruguayo le hizo el primer approach para ver si el marido de Milonguita podía “hacer algo”. Entonces el marido de Milonguita se puso la mano derecha en el mentón, apoyó la mano izquierda sobre el codo, lo que provocaba toda la sensación de una actitud pensativa. Pasó varios minutos en esa posición, y ahora que lo pienso uno no podía dejar de mirarlo sin pensar en un orangután. Mucho más tarde nos dimos cuenta que el marido de Milonguita era una especie de gorila autóctona, de la que reprime a otra raza de primates, los mandriles culones, también conocidos como cabecitas negras. Después de aquel rato tan reflexivamente cinematográfico o viceversa, dijo que iba a ver, pero que cualquier solución costaría algún dinerillo, claro. Jessica Hakim, la abuela que fuera en su juventud princesa en oriente, famosa entonces por su belleza y su maldad, cometió el error de decirle al marido de Milonguita que el dinero no importaba. Así comenzó una relación que incluyó visitas domingueras a la hora del té, donde profundizamos en los oscuros meandros de la perversa personalidad de Milonguita, la esposa del recientemente revelado gorila. Ella trabajaba en la embotelladora de una gaseosa de primera línea (capitales estadounidenses) y oficiaba de señaladora: le indicaba a la Superioridad de la Empresa quiénes conspiraban en contra del Régimen de la Iniquidad. Entonces las autoridades le encargaban a su marido que se encargara del costoso y difícil trabajo de convencer a los opositores, pero especialmente a los conspiradores, que aquello no. Aquello caca. Pobre, Milonguita. Estaba convencida de lo que hacía. Fray Ángel Seisdedos, el abuelo de esquiva apariencia y autogenerativo, trató de evangelizarla en no se sabrá nunca cuál dirección, debido a su tendencia tercermundista, pero ella se mantuvo firme. Aquellas charlas de domingo, con disquisiciones filosóficas y éticas resultaron inolvidables. Armábamos la mesa para toda la familia y a eso de las tres de la tarde llegaba Milonguita, su marido y sus dos monitos. Él volvía a salir casi de inmediato, porque debía seguir buscando. La tía Eloísa, hermana de Mamá Mourinho, directora técnica,, se condolía por la suerte de ese muchacho. No para nunca, decía refiriéndose al gorila. Antes de irse nos dejaban una gaseosa de dos litros que Milonguita conseguía al costo en la Empresa. En la Embotelladora, claro, no en la de Seguridad. Cerca de la botella también ponían un sobre, para que la familia aportara algún óbolo para cubrir los gastos de investigación, pinchadura de teléfonos y compra de aquellos simpáticos pasamontañas que usaba el gorila. Milonguita era simpatiquísima, y charlaba y charlaba hasta que su marido venía a buscarla. Para entonces, ya alguno de nosotros se había hecho cargo de poner dinero en el sobre. Un domingo de aquellos, finalmente el gorila nos informó que había ubicado al primo Pirillo. El gordito nono Lucas, borracho, mujeriego y jugador, quería conocer a toda costa el sitio donde estaba secuestrado Pirillo el repartidor de garrafas anarquista porque el marido de Milonguita nos dijo que había caído en un chupadero. Pero el nono Lucas no entendía nada. Lo que no le quedaba en claro a la abuela semítica era el asunto relacionado con la necesidad del blanqueo de la detención , pero ante la duda que le suscitara toda la situación ofreció una lata de veinte litros de pintura para frentes. En la época en que Pirillo apareció debidamente blanqueado, mas no como propusiera la abuela semítica, la princesa Jessica Hakim había cedido la casa quinta de Moreno y el departamento de Talcahuano y Arenales, además de la mayor cantidad de acciones de Molinos Río de la Plata a favor del marido de Milonguita, en agradecimiento por los servicios y en parte de pago por las investigaciones, lo que incluía un montón de necesarias coimas para acceder a ciertas informaciones. Habían pasado tres años hasta que Pirillo apareció sin las veintisiete garrafas y con quince kilos menos. La secuela más visible de su cautiverio es que, desde su regreso, el pobre Pirillo llora a gritos cuando escucha el apellido “Marx”, pero por lo demás está bien. Abandonó el reparto de garrafas –el tránsito lo vuelve loco- y ahora se gana la vida escribiendo jingles para televisión. La que no podía creer la historia de Pirillo y el marido de Milonguita era la prima Catalina la gorda, exitosa dueña del video club “La Cueva”, dueña de eso y además de una cara de culo permanente. El malvado primo Alejandro, aquel travieso ladrón de estatuas y traficante de armas, sostenía que Catalina la gorda actuaba así movida por el éxito. El nono Lucas, que la tenía re-clara, decía que la cara de culo permanente que yacía sobre el cuerpo de la prima Catalina la gorda se debía solamente que no había nadie que se la moviera, en una expresión soez que ha sido siempre la vergüenza de la familia. Ahora que por enésima vez menciono la palabra, me doy cuenta que no he sido presentado, justo en el momento en el que prácticamente no queda nadie a tal efecto: Yo, el Nonato. Me presento de tal modo para que puedan entender las causas de mis cualidades y sobre todo de mis defectos. Mi historia estaba en el vientre de mi madre. Mi ser estaba navegando por el líquido amniótico del quinto mes cuando apareció en el interior de la placenta un fino estilete que me hizo recular. Grande fue mi sorpresa cuando vi que el estilete no pretendía matarme sino solamente excitarme con impulsos eléctricos, en la práctica del deporte que más gozaban los pretores del Régimen de la Iniquidad: La picana. Las sesiones duraban poco más de quince minutos y nunca más de media hora. El procedimiento se llevó a cabo sistemáticamente durante los siguientes dos meses, cuando finalmente mi madre falleció. Quizás por eso, los veterinarios a cargo de los prisioneros del centro clandestino de detención me dieron erróneamente por muerto también a mí. En realidad hacían casi bien: nadie hubiera dado mucho por mi vida cuando el cuerpo inerte de mi madre fue arrojado desde un biturbohélice Fokker F-27, rezago de la Segunda Guerra Mundial que el gobierno había comprado de ocasión a los holandeses. Pero quiso la suerte que la caída del cuerpo de mi madre fuera observada en detalle por un Tupolev 144 o un quizás por MIG XXI, que según se dijo pasaba ocasionalmente por ahí, aunque se sospecha que se tratara de una nave espía. El caso es que se informó inmediatamente al Kremlin sobre tamaña animalada cometida por el Régimen de la Iniquidad. Sin embargo, para ser completamente sinceros y en honor a la verdad, no fue eso lo que me salvó, debido a que la comunicación nunca llegó a Moscú. (Estos rusos son unos animales, también...) Ocurre que era una noche sin luna y para colmo con ese problema que tiene desde siempre Buenos Aires: los apagones. El caso es que el viejo Fokker volaba por instrumentos, que indicaban cualquier cosa, y el navegante le informó al piloto que ya estaban sobre el Río de la Plata, pero esas bestias le erraron al Río más ancho del mundo (un orgullo argentino) y el cuerpo de mi madre fue a dar justo a la chimenea de la gran casona familiar. Se especula que hubo suerte de que cayera con las piernas abiertas, de tal modo que las mismas se trabaron en el cañón de la chimenea, lo que produjo un aborto que podría calificarse como natural, porque claro, con semejante caída, no hubiera habido embarazo que aguantara. Lo notable del asunto es que quedé colgando del cordón umbilical por encima de las brasas afortunadamente apagadas porque era verano. El primo Alejandro, malvado y travieso, ladrón de estatuas y proveedor de armas tanto para los rebeldes como para los oficialistas, fue el primero en verme resplandecer adentro de la chimenea, aprovechando mi indefensión para cortar el hilo. Mi cuerpo rodó, brillante, por la alfombra persa que pisaran tantas generaciones de genios e idiotas que hicieron a este país así como es: demasiado grande para ser pequeño y viceversa. Fui rescatado por Frederick del Shamanta, el negro orejudo apodado Popper, habida cuenta esta vez de la afición familiar por la filosofía. Durante semanas y semanas fui la provisión de energía para la mansión, porque según explicar más tarde el tío Martin, catedrático en Friburgo, Tino de aquí en más, mi cuerpo había oficiado de capacitor y receptor de energía durante mi interrumpida gestación. Cuando me crecieron los párpados gracias a los cuidados de Pamela, la esposa ilegítima de Popper, empecé a manejar el flujo de energía que brotaba de mi ser a mi antojo. Para entonces comenzaron a llamarme Rómulo, ya que Popper y mejor dicho aún Frederick del Shamanta es un cocker inglés, y su pareja fue la que me amamantó. Yo, el Nonato, de carácter fogoso y brillante, puedo encender las bombillas eléctricas con sólo tocarlas.

Apósito de la segunda, donde el Nonato habla en tercera de lo que no le gusta.

                Ocurre que no siempre los orígenes de uno son los que uno prefiere, y ese es el caso del Nonato. Recuerda con claridad las palabras de aquel Otro –en algún momento de la vida su Gran Otro: “Nada bueno puede provenir del lugar de donde nacimos”, reflexión soltada luego de exhaustivos análisis de los programas de competencias estudiantiles domingueros, en los que podía apreciarse con toda claridad las notorias diferencias entre la gente de distintas ramas de la familia. Esta reflexión siempre entristeció al Nonato porque jamás pudo olvidar situaciones tales como la del sobrevuelo del Fokker, y quizás sea esa la razón por la que entra en la sinrazón de colocar toda su apuesta en aquellas cosas que todavía no ocurrieron pero que aún así generan esperanza, mucho más que en aquellas otras cosas malas que sí ocurrieron y quedaron marcadas en su ser para siempre. De acuerdo al calibre del pasado, teniendo en cuenta los estados de ánimo y la valoración propia de cada momento, el Nonato se pregunta a menudo si los recuerdos son algo que ya nada ni nadie puede arrebatarnos, o si es que, por el contrario, forman parte de las cosas que, como ocurre con aquellos que se fueron, perdimos para siempre. Esta posibilidad le causa dolor, ya que es imposible el retorno de la felicidad pasada. Por eso sueña que recuerda futuros promisorios, lo que es, ahora que lo pienso, otra vieja costumbre de la familia.

Tercera parte

En la que no necesariamente ocurra algo, pero, en fin, la vida tiene estas cosas y la familia no es ajena a la vida. También en lo cotidiano puede residir lo trascendente, y en estos casos siempre se hace historia.

                Los debidamente advertidos supondrán en parte o no que por las mismas razones expuestas en la segunda parte se parte de las mismas suposiciones en esta tercera parte y tendrán razón o no pero solo en parte ya que, de partes hablando, este país es como es gracias a sus partes y en parte pese a esas partes. Básicamente la mejor estupidez –quizás la más exportable- sea que todavía tenemos dentro de la familia a ciertos especímenes de los que uno no quiere ni hablar. El tío Miranda es uno de ellos, actor de cuarta que procede cual si fuera Lawrence Oliver y cantor de tangos además, hincha de Atlanta y enorme unitario. Forma parte de una importante parte de la familia, pero como les contaba hace unos instantes falta contar con un espíritu que en esta parte me flaquea. Sin embargo, él representa a esa parte de la familia que tiene la lista, que ahora sí es momento de definir, mensurar, calificar y describir como se debe. Desde hace varias generaciones anotamos en un libraco grandísimo los grupos a los que pertenece la familia. Somos católicos. No podemos ni queremos negarlo. Pero muchos de nosotros tenemos amigos musulmanes y judíos, sobre todo en esta generación, debido a que la madre marina nos enseñó a no hacer distingo alguno en el aspecto religioso. La lista en realidad comienza con un desaguisado histórico: “Mueran los salvajes corruptos degenerados federales”. En fin. Hay a quienes en la familia esto les causa una cierta hilaridad. Jesús de la Iglesia, canoso fumador de pipa y dueño de una paz tan grande que hasta parece sobreactuada, sostiene que el libro es la historia viva de nosotros mismos, y sonríe con ternura al repasar la lista. La familia es unitaria por naturaleza, pero ha sido infiltrada varias veces. Yo, el Nonato, no tengo una idea clara con relación a la mejor forma de la organización republicana. Es más: La repatriación de los restes del Dictador que restaurara las leyes me pareció positiva para el país. Pero mi opinión no es tomada muy en cuenta, ateniéndonos a mi origen un poco descolgado. Si bien es cierto que cuando hay algún apagón hay quienes me piden que no parpadee, en los momentos cuando hablaba acerca de la justa liberación de Nelson Mandela, esa parte de la familia me mira con desconfianza. El tío Miranda dice que algo habrá hecho  ese negro, pero esa frase fue acuñada en una época en la que yo no nací. A veces la lista me da bronca. El cuñado ilegal de Pirillo, aquel repartidor de garrafas anarquista, anotó últimamente en la lista: Boca – River: La familia es de River. Eso es lo que me da bronca, pero desde hace mucho tiempo, porque el tío Martin, catedrático en Friburgo, de aquí en adelante Tino, inscribió hace algunos años, movido indudablemente por su iluminismo científico: Independiente – Racing: la familia es de la Academia. Pero a mí me gusta el Rojo, qué jorobar. En la lista figuran todas las dicotomías posibles, como Blanco – Negro: Somos Blancos. Derecha – Izquierda: Somos Derechos. Claro que siempre hay excepciones, como por ejemplo la que se ha dado en este caso con el Gorrión Ramos Mexía, aquel falso recitador del programa de Tato Bores e ideólogo de La Tablada cuya historia –a contramano de la historia de Andreas Baader y Ulrike Meinhoff, sobre todo luego de la ola de suicidios de la banda en prisión durante 1976 y 1977 que fueran denunciados como asesinatos- fuera desarrollada anteriormente. La familia apunta hacia la derecha. Porque, vamos a ser sinceros, quizás toda nuestra inteligencia reside en haber reconocido este punto. Si ese reconocimiento, no hubiese habido desarrollo posible. Siempre habrá un Gorrión que opine lo contrario, pero está claro que un grupo no se desarrolla completamente si no tiene establecido con claridad el concepto “familia”. Por otro lado, el ser humano ha adquirido la conciencia de la muerte, lo que lo ha llevado al intento de entendimiento sobre la existencia de Dios. ¿Cómo podría la familia permanecer ajena a toda la volición de nuestra especie?: Creemos en Dios. Como otras veces, la excepción soy yo: Todo lo derecho que pude salirle a la familia fue haber sido peronista (de los de antes), pero no alcanzo. Yo era de la llamada Tendencia, la que configurara el poderoso brazo armado del Comando de Organización y pude haber llegado a los primeros niveles de la conducción pero mi carácter tímido y reservado me lo impidió. En el fondo eso es una suerte, ya que el compañero jefe amaneció muerto con las primeras luces del Régimen de la Iniquidad, pero quién lo hubiera dicho si esos tipos se presentaron como si tuvieran más rosca que nosotros. Pobre gente. General – Particular: Somos Particulares, aunque al venerable don Rafael le hubiera gustado inscribirnos en la otra punta, claro, somos más los civiles colaboracionistas que los integrantes del ejército de ocupación interna, encima con la presencia del tío Martin, catedrático en Friburgo y sostenedor filosófico del régimen y la del marido de Milonguita que tiene una Empresa de Seguridad, quién nos toca el traste, como diría el gordito Nono Lucas, borracho y mujeriego, amante y jugador. Según le escuché decir al primo Alejandro, malvado y travieso, ladrón de estatuas y proveedor de armas al Régimen de la Iniquidad, lo peor del régimen es que el tío Martin, catedrático en Friburgo, Tino de aquí en más, publicó su libelo “Un aporte poco serio sobre la Filosofía del Amo y del Esclavo en Hegel”, bajo el seudónimo de Carlo Sopore, y estudió la depresión del ánimus en el matador, una vez que ha consumado su maldita obra y encuentra que los supérstites del esclavo están imposibilitados de admitir la desaparición por falta de pruebas contundentes, materiales o testimoniales. Lo triste para el Amo es que nunca jamás podrá aportar esas pruebas sin incriminarse seriamente, teniendo en cuenta el posterior advenimiento de un régimen tan imperfecto como el Régimen de la Iniquidad, que podría tener sus errores pero nadie, ni el más recalcitrante de sus detractores podrá negar jamás que estuviera lleno de creatividad. La tesis del tío Martin sostenía –sostiene- que los ejecutores e ideólogos del Régimen de la Iniquidad irán confesando uno por uno sus aberraciones individuales, a simple efecto de experimentar el goce de percibir las reacciones de los supérstites de los Esclavos muertos y sentirse así, de una buena, definitiva y efímera vez, Amos de verdad. El propio primo Alejandro en su momento escribió en la lista otra de las dicotomías que hacen historia no de la familia sino de la raza humana: Amo – Esclavo: Somos Amos. Eso está claro. No es tanto el caso de Frederick del Shamanta, el negro orejudo que tiraba siempre de la correa, pero repito, en cada clan hay excepciones y el nuestro no podía escapar a esa regla de oro. En lo referente a excepciones tenemos varias en la familia y una de ellas es la del primo Cacho, poco conocido como Ergasto y comprador de departamentos sin pagar las correspondientes comisiones. La excepción del primo Cacho, poco conocido como Ergasto, está en que no quería saber nada con los escribanos del Régimen de la Iniquidad, que cualquier cosita te hacían una escritura a tu nombre. Los escribanos pulularon sobrevolando la vieja mansión familiar durante el affaire de Pirillo, el repartidor de garrafas anarquista, porque vieron que había un montón de posesiones. Vinieron a horcajadas del hombro siniestro del marido de Milonguita, pero indudablemente la culpa de todo fue de la abuela Jessica Hakim, aquella princesa oriental famosa por su belleza y su maldad. Yo habría querido que la abuela Jessica Hakim hubiera sido famosa por su inteligencia, pero no hay caso: A la familia uno no la elige. Quizás, en aquella instancia salvó sus bienes inmuebles gracias s lo intrincado de la sucesión: A los escribanos no les gusta mucho el trabajo que se complica. En ese aspecto el que no tenía inconveniente alguno era el licenciado Pecunia, emparentado al clan más por la muerte que por la vida, pero eso es algo que quizás narre algún descendiente de la familia. Dudo que Yo, el Nonato, puede reproducirme debidamente, pero quizás, en una noche sin luna, ocurra el apagón en el camino que me ponga a tiro de una muchacha. Luz – Sombra: Somos Luz, escribió hace dos o tres años en la lista el respetado Silas Mansilla y Anchorena en un momento de ofuscación por la falta de semáforo en una esquina tan importante. Silas, maniqueo como él solo por origen y quizás en el contrario sentido, estaba quedándose ciego y todos los días tenía que cruzar esa esquina a las siete de la tarde. Un temible automóvil Falcon, modelo casi homófono de la castellanización de nuestro apellido, con perdón de la palabra lo atropelló en la pierna izquierda (mensaje divino, Agustín mediante) y lo postró durante tres meses en una de las habitaciones más altas, y por ello más luminosas, de la vieja mansión familiar. En ese tiempo Silas, que (digámoslo) tiene un ego de enormes dimensiones, gestó más del noventa por ciento de lo que él mismo llama su obra literaria. Como el pobre Silas estaba al borde de la ceguera, se valió de la prima Alejandra, hermana del malvado Alejandro y antitética de su hermano hasta el hartazgo. Pero, como hubiera señalado Pablo, que es como de la familia, ella es tan práctica, tan buena, que ya pudre, y por esa razón transcribía ciertas cosas que Silas iba hilando en voz alta y que ella calificaba como “bajones”, con alguna que otra modificación. El resultado de las líneas dictadas durante esos interminables noventa días está compilado en el ensayo “Luz y sombra: Notas sobre la calidad de vida para el vecino de la zona”, y quedó destinado a convencer a los ediles de la ciudad de Buenos Aires sobre la necesidad de señalización en las calles que dan nombre y mejor apellido pero mucho mejor dicho sobre apellidos a Silas, quien nunca se enteró de esa especie de traición en la que incurrió la prima Alejandra. Digo especie y no traición a secas porque a esta altura de la existencia de la familia como institución ha visto un montón de actos y actitudes que rozaron, se abrazaron, copularon con la traición, a tal punto que algunos integrantes de la familia, en apariencia irreconciliables, finalmente se aliaron para la obtención de algún fin o bien común. Ese fue el extraño caso del Gorrión Ramos Mexía con el orangután en jefe de la Empresa de Seguridad, de cuya unión nacieron más de veinte muertos, cosa difícil de explicar pero de efectiva comprobación en la realidad.

Apósito de la tercera, donde el Nonato habla en primera sobre lo que le gusta del Otro, sin tanto Lacan ni ocho cuartos. (O sí, pero eso ya forma parte del viejo y querido Omnia Marcellus Baldonedus dixit)

                Yo, el Nonato, vamos a ser sinceros, era una persona triste de verdad. He sufrido desde antes del principio, en el vientre de mi madre, lo indecible y aún más de lo tolerable. Muchas veces supe ser el peor de todos porque los otros despreciaron mi origen y mi destino. He sido traicionado en lo más profundo y donde más duele por mi primer (y quizás único) Gran Otro. Después de veinte siglos de culpa judeocristiana, he lastimado con la furia de los vándalos a mi mayor afecto, siendo a la postre castigado con su amor, como le hubiera gustado a Él. Creyéndome generoso he robado, inmisericorde, parte de aquello que no puede ser recuperado. Por otros caminos, en una especie de equilibrio universal, he sabido del escarnio y de la humillación. Han querido deshacerse de mí antes de haber alcanzado yo mi poder de decisión. He sido abandonado. Quizás por todas esas horribles cosas vividas es que ahora he decidido finalmente gozar un poco. Al ver que todas estas ideaciones humanas –hasta las más egregias- eran pasibles de destrucción y (peor aún) de corrupción, he determinado que el goce es un excelente motor, si se encuentra, claro, dentro de la Gran Obra de Dios. Entonces a ella me remití y empezaron a gustarme y me gustan ciertas pláticas, no muchas, es cierto, pero algunas sí que me gustan; me gustan las bailarinas, me gusta el vino blanco bien helado, las sábanas planchadas, el olor a sahumerio, el olor a cera; el olore di femina la cazuela de mariscos la música suave me gustan las montañas Sus senos perfectos y torneados me gustan Sus labios adoro las noches la tranquilidad las preguntas a los ojos que quiebran la tranquilidad me gustan las estrellas las mañanas los días de campo me gusta el olor a jazmines me gusta la calle me gusta escribir me gusta leer me gusta contradecirme me gusta confundir me gusta que llegues me gusta el suspenso me gusta Ella con su recuerdo inmarcesible me gustan los niños me gusta la lucha me gusta conmigo me gusta el ascenso me gusta el placer me gusta triunfar me gusta saber me gustan los logros me gusta callar pero no siempre supe hacerlo me gusta saber me gusta hacer me gustan las palabras las canciones las ideas las sensaciones me gustan los científicos me gustan los artesanos me gustan las olas me gustan las llamas me gustan los pianos me gustan las cítaras me gustan las guitarras me gustan los sintetizadores los samplers me gustan los papeles me gustan las lapiceras me gustan los libros me gustan las tazas me gustan los idiomas me gustan los códigos las claves los paliques los símbolos me gusta el amor me gusta el amor me gusta el amor me gusta Ella con su presencia inapreciable me gustan los discos me gustan los címbalos me gustan los parches me gustan los distorsionadores los buzukis los tonos los ritmos las escalas los blues las flautas traverosas los guitarrones los violines y las violas da gamba me gusta variar me gusta trasnochar me gusta amanecer me gusta complacer me gustan las pavanas me gusta la idea del satori me gusta el pacman me gustan las computadoras las grabaciones las reproducciones la música el cielo la tierra los bosques las selvas los ríos los mares las tabernas me gusta el calor me gusta la tinta negra me gusta el sol a mediodía si es otoño me gusta la sierra me gustan las llaves me gustan las bibliotecas y claro los bibliotecarios si sin ciegos y vivieron en Buenos aires me gusta la paz me gusta la armonía me gustan los platos voladores me gustan los platos fríos me gustan los platos calientes me gusta la luz de la que emerjo me gusta la poesía me gustan las carpetas me gusta el viento que llega fresco me gustan los secretos me gustan los desvelos me gustan las voces apagadas como en sueños me gustan los sueños me gusta Ése Que Tú Sabes me gusta que sonrías me gusta que no te detengas me gusta el modo en que luchas me gusta cuando caminas y te vas y estoy mirándote a media altura me gusta que hayas venido me gusta que te hayas quedado me gusta que estemos juntos me gustan tus dudas me agrada que disientas me place ser dos me place ser cien me gusta que nos fortalezcamos me agrada que me importes me agrada respetarte me gusta interesarte me gusta que hayas llegado hasta aquí me lace verte conmigo me gusta el té y te lo dije me gusta esperar me place prorrogar los deseos pero también me gusta cumplirlos a tempo me gustan los mensajes del cosmos me gustan los mensajes al mar me gusta tu mano tendida me gusta tu cuerpo quiero decir cada macromolécula cada subpartícula cada átomo me gusta casi todo lo que desconozco de ti me gusta que no haya preconceptos me gusta tanto que estés aquí me gusta que podamos juntos me gusta que lo hagamos juntos me gusta que respetemos que cuidemos que cultivemos que potenciemos que gobernemos que dirijamos que presidamos Eso-Que-Tú-Sabes me gusta en fin que acabemos juntos.

Última parte
En la que se descerraja lo inevitable, que no difiere en mucho de todo lo anterior, sino que además cae en la tendencia natural de todos los actos humanos, razón por la que más que una última parte, ésta puede ser considerada como un epílogo, aunque tratándose todo esto de una familia, quizás sea mejor considerarlo un epitafio.

                Finalizado el somero vistazo a la lista de la familia resulta perfectamente comprensible que somos un grupo maniqueo pero simpático, que no ha perdido los valores y todas esas macanas occidentales y cristianas, aristotélicas y tomistas que condicionan al mundo actual. Quizás sea bueno repetir que siempre habrá excepciones como la de tía Berenice Stapleton o la prima Utte Sibelius, quienes abrazaron religiones protestantes después del Cisma, pero su existencia en el seno de la familia hace que la propia familia se fortalezca en la disparidad de las ideas, más allá de la intransigencia e intolerancia del primo Amin Jumblatt, que dos por tres dinamita el paso de la limosina del tío Martin, el catedrático friburgués, quizás Tino de aquí en más. Todo porque no queremos integrar su falange de orientación drusa. lo vieron por ahí el Día de la Bomba, cuando nos dieron el certificado de ingreso al Primer Mundo. Pero la verdad es que no se sabe. Amin es un extremista. Quisimos exportarlo varias veces a Medio Oriente, pero se negaron tanto sus soldados cuanto los propios libaneses, arguyendo que Amin había nacido en el seno de nuestra familia, qué jorobar. “Carga con todos tus muertos” parece haber sido el mensaje llegado desde la cuna del mundo. Algo de razón deben tener, porque muertos tenemos muchos, algunos del bando del venerable general don Rafael y otros del bando de Fray Ángel Seisdedos, pero eso no debe condicionar la idea mayoritaria de pertenecer a la misma familia, por profundas que sean las diferencias entre sus integrantes. La teoría de los dos demonios viene a colación en todo grupo que haya soportado divisiones, pero en la familia tiene una resonancia especial. Resulta que en la última celebración de fin de año, decidimos agrupar a toda la familia en la quinta de la hermosa Marian, relacionada con ambos bandos políticos por cuestiones sociales, afectivas y económicas. En el gran asado realizado al medio día para no poner en evidencia mi capacidad fosforescente, conocí a enormes personalidades del mundo artístico, científico y cultural. Resulta que todos son de la familia, cosa que me hizo sentir muy bien por un lado, pero por el otro me pregunté por qué no estábamos entre los primeros del mundo, con tanta materia gris en el activo familiar. No encontré respuesta. Como no podía ser de otra manera, aunque quizás resulte paradójico para algunos, estuvo encargado del fuego Pirillo, aquel repartidor de garrafas anarquista que luego se dedicara a la composición de jingles televisivos. El fuego estaba perfecto. El área ensaladas fue motivo de atención para la madre marina, ayudada por sus hermanos, los tíos Besugo, también de origen libanés como Amin Jumblatt y la propia Utte cocinera del mejor apfelstrudel que yo haya comido alguna vez. Ése fue sin duda un error, ya que, ocupada la tía Utte, los postres fueron responsabilidad de los primos vietnamitas, que pueden haber freído ojos de no sé qué pescado tropical, lo que finalmente hizo que nadie probara los dulces. El padre de Baviera compró la carne, y si bien no sabe nada de buenos cortes, tiene el rostro adusto y conservador que promete una buena reprimenda al carnicero infiel, capaz de ahorcarlo con una ristra de sus propios chorizos. Una carne estupenda. El asado en sí estuvo a cargo de Haile Selaisse, aquel presidente negro de origen desconocido que aparece siempre en ocasiones como la del festejo de fin de año. Ante la pregunta medio embolada sobre quién hacía el asado, se destacó la grave voz del negro Haile, diciendo “yo lo hago”, por lo que inmediatamente se le transfirió la responsabilidad de la ejecución, cosa menos importante que la decisión de la responsabilidad, tal como se demostró en los juicios entablados a la familia en aquella época, pero todo eso es apenas historia reciente y el hecho del uso del verbo entablar nada tiene que ver con el ajedrez ni mucho menos con el intento de copamiento a la Tablada, como podría presuponer perfectamente el fray don Ángel Seisdedos, ése sí que descansa. Uno puede tomarlo a la chacota, pero tuvimos el honor de contar con la presencia del venerable general don Rafael para el asado, quien con su infatigable característica de derrochador de palabras, coronó sus treinta y dos masticaciones de rigor sobre el primer bocado, debidamente efectuadas al lomo –excelente lomo- elegido por el padre de Baviera, repito, coronó su masticación con uno de sus más claros discursos tras retirarse de la fuerza, con un definitorio “está rico”, lo que arrancó aplausos que pronto se apagaron cuando apareció entre las morcillas el teniente Aldo, propietario de un lupanar a la vuelta del piso de la calle Mansilla, pero para entonces todo estaba definido y es difícil que alguien abandone un aplauso o una masticación justo en la mitad, razón por la que la ente en general siguió deglutiendo lo suyo en medio de aplausos que si bien en un primer momento se aplacaron ante la aparición del primo Aldo, pronto se reanudaron gracias los buenos oficios que al respecto ofreciera el Pepe Trotsky, militante de izquierda e inevitable multiplicador de dinero depositado en las arcas de los partidos donde militara, el Pepe Trotsky que pasara justo después del lomo sirviendo una ensalada de rabanitos con crema chantillí, una especie de conjunción imposible, de increíble concepción a la hora del vermú, que enloqueciera hasta a aquellos de paladar tosco, ésos acostumbrados al choripán y a la pizza de cancha, nomás, invitando a un aplauso que siguió hasta las cuatro de la tarde, con los más pequeños dormidos en el acto de aplaudir y los más grandes confundidos porque se les enfriaba el lomo. Pasados los primeros momentos de estupor, la familia, que tiene una amplia capacidad de reacción, se las ingenió para dejar de aplaudir intermitentemente y por sectores, de modo tal que cada cual comía cuando los demás hacían ruido. Cosa triste en el fondo, porque a eso de las tres y media falleció el venerable, que no pudo evitar esa especie de reconocimiento histórico. Media hora más tarde, aplacada la música de la ovación, el primo Julián de Alcázar, que si bien no es médico tiene una extraña especialización en odontología veterinaria dictada por la Universidad de Fukuoka, diagnosticó que al venerable se le había parado el corazón, aparte de verificar una profunda caries en uno de los premolares del extinto. El Nono Lucas no dijo nada, pero conociéndolo todo el mundo se imaginaba el chiste que estaba pensando. Los que se reían pero de verdad se reían fueron los primos Barca, Pernía y Navaja, conocidos dentro del clan como Los Tres Chiflados, anotándose otro tanto en el marcador del mal gusto además de todos los que venían cosechando desde que formaron aquella sociedad con fines de lucro ilimitado con capital en Cuba y ramificaciones varias entre los inestables gobiernos revolucionarios del continente y por supuesto en Francia desde donde se piloteaba tanto la presión como la repre, almirante mediante, lo que configura una frase cacofónica aunque en el fondo sea verdaderamente cacofílica, Francia decía donde también lo vieron a esotro del Firme que al final siempre descansó. En fin, otra nota de discordia de la que nos avergonzamos pero no tanto porque al fin y al cabo esos Tres Chiflados y el Firme, sostenedores de un discurso incomprensible que llevó a la muerte a miles de la familia, son tan nuestros como el mate y la flor de ceibo. El primo Jesús de la Iglesia, aquel canoso fumador de pipas y dueño de una sobreactuada tranquilidad, abandonó su aire ajeno y despreocupado para informarnos a todos sobre su completa perplejidad ante una reacción tan extemporánea como lo fueran las carcajadas estentóreas de los Tres Chiflados: “No comprendo”, nos dijo, “cómo un hecho doloroso pudiera ser causa de una cierta hilaridad”. Es famoso y notorio desde siempre el lenguaje rebuscado y metafórico del primo Jesús de la Iglesia. Tanto, que en algunos cenáculos de la propia familia llegaban a calificar ese discurso como estúpido, pero en aquel momento, su voz cobró una colorida autoridad, porque según creo tenía toda la razón. El silencio provocado por su sesudo comentario sólo fue interrumpido en un principio por el característico sonido de los rabanitos quebrándose en la boca del italiano Luca, una especie de primo de leche, rockero de primera y drogadidacta, tal como él mismo se definiera cierta noche que me invitó a comer fideos con tuco. Todas las miradas se dirigieron hacia él, que sonreía en el fondo de la mesa. “¿Che fai?”, nos preguntó, y comprendimos que al Tano no le importaba nada más. Él había peleado su propia guerra, la había ganado y lo único que quería era terminar de comer el asado. Entonces el clan recurrió a un viejo recurso que esgrime en cada oportunidad en la que no sabe qué hacer: Se condenó a Luca moralmente, pero empezó a pensar con seriedad en la posibilidad de continuar con el asadito. Por eso, la familia, que es sumamente práctica, decidió guardar al venerable en el altillo hasta el otro día, teniendo en cuenta que en cualquier momento Haile Selaisse, responsable de la carne, lanzaría la frase propiciatoria (“Se come”), pero sobre todo porque el altillo es uno de los lugares más frescos de la quinta y nadie quería saber nada ante la posibilidad de padecer cierta baranda a la nochecita, con la perspectiva de disfrutar aquel delicioso lomo frío, tipo fiambre, con perdón de la expresión. A eso de las ocho, aún con el sol en el cielo, decidí irme solo, porque sé que mi presencia nocturna trae recuerdos no del todo gratos a los bandos de la familia, pero gracias a Dios mi existencia es inevitable aunque tantas veces haya deseado yo ser algún otro, morirme o no haber nacido jamás, cosa ésa (al nacimiento me refiero) de la que nunca estoy seguro de haber hecho o no, dado el incidente del biturbohélice Fokker F-27, rezago de la Segunda Guerra Mundial que el gobierno había comprado de ocasión a los holandeses y la posterior intervención de Frederick del Shamanta, el negro orejudo. A esta altura de la historia del clan, ambos lados comprobaron que la desaparición física del enemigo le otorga más luz aún que cualquier otro castigo. Me fui después de haber disfrutado del truco y la pileta, del sol y de las chicas, del tenis y del fútbol, de la estrategia de guerra y del ludo, de la experiencia de la vida y de la muerte pensando, camino a la mansión de la calle Charcas, que pese a todas las diferencias, debo agradecerle a Dios haber crecido en una familia como la mía, porque puede ser todo lo imperfecta que sea, per es la mía y yo la quiero. No me iré a otras tierras a probar una suerte que siempre me parecerá ajena. Y si me voy con la suerte puesta, nunca podré olvidar el truco con el vino a la hora de la siesta, las chicas en la pileta y la radio balbuceando cualquier Boca – Independiente. No olvidaré jamás al obelisco ni al tipo que allí fusilaron, decían que habían fusilado a Dios pero después el Firme desmintió Todo; no olvidaré la pizza al corte de Las Cuartetas ni el café de Caravelle, no olvidaré la deuda externa ni aquella muchacha que alguna vez pude amar; éramos un tango que nunca quise olvidar, lo mismo que los lunes en el subte o los domingos en la plaza de Coronel Díaz y Las Heras aunque no estoy seguro: Siempre seré malo para recordar el nombre de las calles pero me refiero a la plaza donde la gente lleva a los perros, donde también se fusiló a algunos integrantes de la familia. No olvidaré el silencio hosco de mi padre ni el olor de los jazmines en el jardín de mi madre. Y claro, si es que me voy, puede que muera en otro sitio, pero estoy seguro que si esto ocurre, cuando llegue mi turno en el juicio final me van a decir: “Usted en aquella fila, con los argentinos” También estoy seguro que para cuando me toque declarar a mí, alguien de la familia habrá sobornado al Juez, que también será argentino, qué jorobar.

Esto dolerá. Va sin apósitos, sin curitas.

© Horacio Otegui. Se autoriza la reproducción de esta entrada, a condición de que se cite la fuente y de que no sea modificada ni utilizada con fines comerciales (licencia CC BY-NC-ND)

Esta novela corta fue publicada originalmente en papel, debido a que la Comisión Asesora de Letras del Fondo Nacional de las Artes, formada por Esther de Izaguirre, Carlos Paz y Nina Thurler le otorgó el Primer Premio en el Régimen de Fomento a Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial para el bienio 1991-93.

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