lunes, 17 de octubre de 2011

El triste y mortificador discurso de la derrota.

Por Horace de La Bruyère.
En algunas personas se percibe una mustia diatriba contra el mundo y contra casi todos los elementos que hay en el mundo, sobre todo en la propia sociedad que los cobija. En Buenos Aires observo que estos comentarios negativos se recrean en permanencia y que mucha gente tiende a describir los males del entorno una y otra vez, toda vez que puede hacerlo. Hay un regodeo infinito que relaciona entre sí y multiplica todo lo negativo que aparece al examinar la realidad cotidiana con superficialidad penosa. Los medios de comunicación conocen muy bien este costado dañino que reside en el espíritu humano. Algunos lo potencian para beneficio propio.
El viejo Divide ut regnes  ha mutado en un Desmoraliza y dominarás.
Se siembra miedo.
Se socava la fe y la esperanza de la gente.
El ejemplo más claro de estos continuos alegatos pesarosos se da en las páginas de noticias y segmentos televisivos policiales, que hacen de la violencia y de la sangre en las calles una constante exposición de monstruosidades. Cada país, cada región, cada ciudad tiene un representante de los explotadores de esta morbosa inclinación humana.
En el suplemento de Economía y Finanzas, instalan el falso argumento de que en realidad no estamos tan bien porque, si bien es record la venta de autos, esto es porque esa misma gente no puede comprar inmuebles. De otro modo: La gente gasta mucho dinero porque no puede gastar muchísimo más dinero. (¿!)
 Para rematar, el argumento es falso porque también es record la venta de inmuebles, pero se oculta. y si se menciona, detrás viene la pregunta: ¿Pero quién está comprando esos nuevos inmuebles?
Existen otros alegatos prototípicos que revelan a los dueños indiscutidos del triste y mortificador discurso de la derrota. Sus palabras están retroalimentadas por los medios de comunicación, que los escuchan y vuelven a amamantar con la perniciosa regurgitación del sermón de los perdedores.
Comiendo a diario ese guiso de negatividades, mucha gente se convence del descontrol total que produce la droga, de que la inflación está a tope, opina sobre una inseguridad sin límites, se convence de lo mal que funciona el gobierno municipal, comprende lo peor que actúa el gobierno provincial, y argumenta sobre la marcha pésima del gobierno nacional, porque lo que funciona mal es el mundo que lo rodea: En realidad, Está todo mal.
Generalmente rechazamos y les damos la espalda a los dueños de esta palabrería negativa acerca de lo caro que está la vida, pero por encima de todas las cosas sobre Lo mal que está todo en el mundo.
Ese sermón se impregna aún hasta en los espíritus elevados y proclives a las mejores intenciones.
Porque todos poseemos pensamientos modélicos siniestros: Aquellos no-dichos que describió Jacques Lacan, el recuerdo taladrador de ese triste discurso que nos roza, a veces nos enfrenta con lo peor de nosotros mismos: Ignoramos cuánto de positivo hay en nuestra presencia, aquí y ahora.
Olvidamos nuestra capacidad soberana de modificar lo que podemos corregir.
Callamos.
En cambio, las alocuciones persistentes de calamidades son retroalimentadas por algunos locutores, periodistas, encuestadores, sociólogos y comunicadores sociales que los escuchan y vuelven a amamantar al público en general con la regurgitación cíclica del sempiterno sermón de los perdedores.
A pesar de los derrotados de antemano y aunque muchos deban decirlo en voz baja, no está tan mal todo. Hay una gran cantidad entidades o elementos que funcionan perfectamente y están bien colocados en el mundo, y hay razones objetivas para derribar la enorme autodestruccción con la que muchos de nosotros tendemos a la estupefacción individual y social. Pese a eso, hasta los optimistas terminan atendiendo mandatos de estupefacción como estos dos: Mejor quedarse quieto, si total, ¿para qué?
No se puede.
Así que a pesar de los locutores, de los periodistas, encuestadores, a pesar de los sociólogos y de los comunicadores sociales, podemos aceptar que la la cocaína y el paco hacen mucho daño, que hay sangre en las calles, y todos ellos habrán de aceptar que hay mucho que está muy bien en el mundo y en la sociedad que nos toca.

Cinco trucos de de La Bruyère para evitar este pesaroso  discurso  del  fracaso.
La juventud.
Conózcala. No dé por sentado que la juventud de ahora es mucho más estúpida e ignorante que la que usted conoció cuando era joven. (Recuerde que entonces usted pensaba que en la juventud estaba el futuro...) Escúchela. Analícela. Déle la oportunidad de cerrar la idea de toda su esperanza, por inmensa que sea la esperanza de los jóvenes. (Es verdad que algunos jóvenes han comprado el discurso de la derrota, pero son una minoría que el propio tiempo ajusticiará, cuando los convierta en carcamanes panzones, mayores y amargados o en viejas arpías, arrugadas y secas de vientre)
La música.
Encuéntrela. Incorpórela a su vida cotidiana y disfrute linealmente de algún tema que le guste, segundo a segundo. Por cuestiones de mercado, los temas musicales populares no duran más de cuatro minutos. La música tiene la magia de manifestarse en ese tiempo, y durante ese lapso no hay otra cosa que le haga mella al placer que estará obteniendo.
El arte en general.
Manifiéstese. Desde el dibujo con lápiz de grafito hasta el uso de softwares para creación y modificación de imágenes pasando por la danza, el teatro y la escultura, todo puede darle mucho placer. Combínelo con la percepción de otras artes, como la ya mencionada música. Duplicará el placer de este momento irrepetible que es el momento en que está viviendo, sin pensamientos negativos que lo hundan en la miseria y la depresión.
-La ciencia.
Avanzar hacia caminos del conocimiento que nadie ha transitado es uno de los placeres más grandes que puede sentir una persona. Mientras que la aproximación a la ciencia desde el estudio y la lectura es un anticipo de ese placer, el retendido de nuevas redes neuronales enciende la alegría y aleja de la muerte a los cerebros perezosos.
-La técnica.
Como con el arte, uno puede manifestarse mediante la reparación de ciertos objetos electrónicos, mecánicos o electromecánicos, el ajuste de tornillos, el cepillado de muebles, la construcción de casas, la pintura de paredes, pues ayudar en el edificio o en el barrio enaltece el espíritu: Encontrar a un otro y luego, verlo de verdad. Una vez que Usted haya hecho algo por alguien, nadie podrá quitárselo. Todo lo positivo puede combinarse con la música, que siempre puede estar con Usted.

Lo único que habrá tenido el hombre
una vez que haya partido es el tiempo,
así que será mejor aprovechemos el nuestro
Ho Lash Teg Hui.
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