jueves, 3 de octubre de 2013

El triste discurso de la derrota



Se percibe en algunas personas -quienes abrevan de determinados medios periodísticos- una mustia diatriba contra el mundo y todas las cosas que hay en el mundo.
La diatriba se recrea en permanencia y tiende a describir los males de la sociedad toda vez que encuentran la oportunidad de hacerlo. Esta gente se regodea hasta el infinito relacionando todo lo negativo que aparece al examinar -sin esforzarse mucho- la realidad cotidiana. Los medios de comunicación conocen muy bien este costado negativo que reside en el espíritu humano, y todos lo potencian, para beneficio propio.
El ejemplo más claro de estos continuos alegatos pesarosos se da en las páginas de diarios y segmentos televisivos sobre temas policiales, los que hacen de la violencia y de la sangre derramada una constante exposición de monstruosidades. Cada país, cada región, cada ciudad tiene un representante de los explotadores de esta debilidad humana: La aproximación sado-maso.
Existen discursos prototípicos que revelan a los dueños indiscutidos del triste y mortificador discurso de la derrota. Sus palabras están retroalimentadas por los medios de comunicación, que los escuchan y vuelven a amamantar con la regurgitación del sermón de los perdedores.
Comiendo a diario ese guiso de negatividades, mucha gente se convence del descontrol total que produce la droga, de que la inflación está a tope, opina sobre una inseguridad sin límites, se convence de lo mal que funciona el gobierno municipal, comprende lo peor que actúa el gobierno provincial, y argumenta sobre la marcha pésima del gobierno nacional, porque en realidad lo que funciona mal es el mundo que lo rodea: Todo está mal.
Generalmente rechazamos a los dueños de esta palabrería negativa acerca de lo caro que está la vida, pero por encima de todas las cosas,
Lo mal que está todo en todo el mundo.
Las personas también poseemos pensamientos modélicos siniestros: aquellos no-dichos de Lacan que a veces nos enfrentan con lo peor de nosotros mismos, revelan a los portadores del triste y mortificador discurso de la derrota: Callan o ignoran lo positivo de estar aquí y ahora.
Sus palabras, en cambio, están retroalimentadas por algunos locutores, periodistas, encuestadores, sociólogos y comunicadores sociales que los escuchan y vuelven a amamantar al público con la regurgitación cíclica del sempiterno sermón de los perdedores.
A pesar de los derrotados de antemano y aunque muchos deban decirlo en voz baja, todo no está tan mal en el mundo. Hay una gran cantidad entidades o elementos que funcionan perfectamente y están bien colocados en el mundo, y hay razones objetivas para derribar la enorme autodestruccción con la que muchos de nosotros tendemos a la estupefacción individual y social. Terminamos atendiendo mandatos de estupefacción como éste: Quedate quieto, si total, ¿para qué?
Así que a pesar de los locutores, de los periodistas, encuestadores, a pesar de los sociólogos y de los comunicadores sociales, habrá que aceptar que no todo está tan mal en el mundo.

Algunos trucos de Dufourq para evitar ese triste discurso.
La juventud.
            Conózcala. No dé por sentado que es mucho más estúpida e ignorante que la que usted conoció cuando era joven. (Recuerde que cuando Usted era joven, pensaba en que la juventud estaba el futuro...) Escúchela. Analícela. Déle la oportunidad de cerrar la idea de toda su esperanza, por inmensa que ésta sea. (Es verdad que algunos jóvenes han comprado el discurso de la derrota, pero son una minoría que el propio tiempo ajusticiará cuando se conviertan en hombres mayores amargados y llenos de arrugas o en viejas harpías secas de vientre)
La música.
            Encuéntrela. Incorpórela a su vida cotidiana y disfrute linealmente de algún tema que le guste, segundo a segundo. Por cuestiones de mercado, los temas musicales populares no duran más de cinco minutos. La música tiene la magia de manifestarse en ese tiempo, y durante ese lapso no hay otra cosa que le haga mella al placer que estará obteniendo.
El arte.
            Manifiéstese. Desde el dibujo con lápiz de grafito hasta el uso de softwares para creación y modificación de imágenes pasando por la danza, el teatro y la escultura, todo puede darle mucho placer. Combínelo con la percepción de otras artes, como la ya mencionada música. Duplicará el placer de este momento irrepetible que es el momento en que está viviendo, sin pensamientos negativos que lo hundan en la miseria y la depresión.
-La técnica.
            Como con el arte, Uno puede manifestarse mediante la reparación de ciertos objetos electrónicos, mecánicos o electromecánicos, el ajuste de tornillos, el cepillado de muebles, la pintura de paredes, ayudar en el edificio o en el barrio enaltece el espíritu. Una vez que haya hecho algo por alguien, nadie podrá quitárselo. También es combinatorio con la música, que puede acompañar siempre.

Lo único que habrá tenido el hombre
una vez que haya partido es el tiempo,
así que mejor aprovéchelo
Jean Grafoigne.
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