Por Horace
de La Bruyère.
En algunas personas se percibe una mustia diatriba contra el mundo y
contra casi todos los elementos que hay en el mundo,
sobre todo en la propia sociedad que los cobija. En Buenos Aires observo que estos comentarios negativos se recrean en permanencia y que mucha gente tiende a describir
los males del entorno una y otra vez, toda vez que puede hacerlo. Hay un
regodeo infinito que relaciona entre sí y multiplica todo lo negativo que
aparece al examinar la realidad cotidiana con superficialidad penosa. Los
medios de comunicación conocen muy bien este costado dañino que reside en el
espíritu humano. Algunos lo potencian para beneficio propio.
El viejo Divide ut regnes ha
mutado en un Desmoraliza y dominarás.
Se siembra miedo.
Se socava la fe y la esperanza de la gente.
El ejemplo más claro de estos continuos
alegatos pesarosos se da en las páginas de noticias y segmentos televisivos policiales, que
hacen de la violencia y de la sangre en las calles una constante exposición de
monstruosidades. Cada país, cada región, cada ciudad tiene un representante de
los explotadores de esta morbosa inclinación humana.
En el suplemento de Economía y Finanzas, instalan el falso argumento de que en realidad no estamos tan bien porque,
si bien es record la venta de autos, esto es porque esa misma gente no puede
comprar inmuebles. De otro modo: La gente gasta mucho dinero porque no puede
gastar muchísimo más dinero. (¿!)
Para rematar, el argumento es falso porque también es record
la venta de inmuebles, pero se oculta. y si se menciona, detrás viene la pregunta: ¿Pero quién está comprando esos nuevos inmuebles?
Existen otros alegatos prototípicos que revelan a los dueños indiscutidos del
triste y mortificador discurso de la derrota. Sus palabras están
retroalimentadas por los medios de comunicación, que los escuchan y vuelven a
amamantar con la perniciosa regurgitación del sermón de los perdedores.
Comiendo a diario ese guiso de negatividades, mucha gente se convence
del descontrol total que
produce la droga, de que la inflación está a
tope, opina sobre una inseguridad sin
límites, se convence de lo mal que funciona el gobierno municipal,
comprende lo peor que actúa el gobierno provincial, y argumenta sobre la marcha
pésima del gobierno nacional, porque lo que funciona mal es el mundo que lo
rodea: En realidad, Está todo mal.
Generalmente rechazamos y les damos la espalda a los dueños de
esta palabrería negativa acerca de lo caro que está la vida, pero por encima de
todas las cosas sobre Lo mal que está
todo en el mundo.
Ese sermón se impregna aún hasta en los espíritus elevados y proclives a las mejores intenciones.
Porque todos poseemos pensamientos modélicos siniestros: Aquellos no-dichos
que describió Jacques Lacan, el recuerdo taladrador de ese triste discurso que
nos roza, a veces nos enfrenta con lo peor de nosotros mismos: Ignoramos cuánto
de positivo hay en nuestra presencia, aquí
y ahora.
Olvidamos nuestra capacidad soberana de modificar lo que podemos corregir.
Callamos.
En cambio, las alocuciones persistentes de calamidades son
retroalimentadas por algunos locutores, periodistas, encuestadores, sociólogos
y comunicadores sociales que los escuchan y vuelven a amamantar al público en
general con la regurgitación cíclica del sempiterno sermón de los perdedores.
A pesar de los derrotados de antemano y aunque muchos deban decirlo en voz
baja, no está tan mal todo. Hay una gran cantidad entidades o elementos
que funcionan perfectamente y están bien colocados en el mundo, y hay razones
objetivas para derribar la enorme autodestruccción con la que muchos de
nosotros tendemos a la estupefacción individual y social. Pese a eso, hasta
los optimistas terminan atendiendo mandatos de estupefacción como estos dos: Mejor quedarse quieto, si total, ¿para qué?
No
se puede.
Así que a pesar de los locutores, de los periodistas, encuestadores, a
pesar de los sociólogos y de los comunicadores
sociales, podemos aceptar que la la cocaína y el paco hacen mucho daño, que hay sangre
en las calles, y todos ellos habrán de aceptar que hay mucho que está muy bien en el
mundo y en la sociedad que nos toca.
Cinco trucos de de La Bruyère para evitar este pesaroso
discurso del fracaso.
La juventud.
Conózcala. No dé por sentado que la
juventud de ahora es mucho más estúpida e ignorante que la que usted
conoció cuando era joven. (Recuerde que entonces usted pensaba que en la
juventud estaba el futuro...) Escúchela. Analícela. Déle la oportunidad de
cerrar la idea de toda su esperanza, por inmensa que sea la esperanza de los
jóvenes. (Es verdad que algunos jóvenes han comprado el discurso de la derrota,
pero son una minoría que el propio tiempo ajusticiará, cuando los convierta en carcamanes
panzones, mayores y amargados o en viejas arpías, arrugadas y secas de vientre)
La música.
Encuéntrela. Incorpórela a su vida cotidiana y disfrute linealmente de
algún tema que le guste, segundo a segundo. Por cuestiones de mercado, los
temas musicales populares no duran más de cuatro minutos. La música tiene la
magia de manifestarse en ese tiempo, y durante ese lapso no hay otra cosa que
le haga mella al placer que estará obteniendo.
El arte en general.
Manifiéstese. Desde el dibujo con lápiz de grafito hasta el uso de
softwares para creación y modificación de imágenes pasando por la danza, el
teatro y la escultura, todo puede darle mucho placer. Combínelo con la
percepción de otras artes, como la ya mencionada música. Duplicará el placer de
este momento irrepetible que es el momento en que está viviendo, sin
pensamientos negativos que lo hundan en la miseria y la depresión.
-La ciencia.
Avanzar hacia caminos del conocimiento que nadie ha transitado es uno de
los placeres más grandes que puede sentir una persona. Mientras que la
aproximación a la ciencia desde el estudio y la lectura es un anticipo de ese
placer, el retendido de nuevas redes neuronales enciende la alegría y aleja de
la muerte a los cerebros perezosos.
-La técnica.
Como con el arte, uno puede manifestarse mediante la reparación de
ciertos objetos electrónicos, mecánicos o electromecánicos, el ajuste de
tornillos, el cepillado de muebles, la construcción de casas, la pintura de paredes, pues ayudar en el
edificio o en el barrio enaltece el espíritu: Encontrar a un otro y
luego, verlo de verdad. Una vez que Usted haya hecho algo por alguien, nadie podrá quitárselo.
Todo lo positivo puede combinarse con la música, que siempre puede estar con
Usted.
“Lo único que habrá tenido el hombre
una vez que haya partido es el tiempo,
así que será mejor aprovechemos el nuestro”
Ho
Lash Teg Hui.
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