jueves, 5 de enero de 2012

Sueño con tu espalda

Por Horace de La Bruyère.


Ella se extiende, generosa,
en mi mente como un mapa:
Conocí allí depresiones invisibles
y gloriosos picos musculosos
que le dieron a mi ser
un éxtasis que aún ahora me persigue.

Desde el norte
la fibrosa superficie daba tiempo
para pergeñar lo que seguía:
Palma, perfil, caricia, ven si quieres,
vete, vuelve, dame todo lo que tienes...
Aquel  secreto goce privado en nuestros seres.

Como aficionado orógrafo que soy
recorría las tímidas montañas
de orgullosos omóplatos enhiestos.
Exploraba con mis dedos
los húmedos valles de sudor
que bordeaban a tu sauria cordillera acanalada.

Más allá, la rubicunda floresta
(que me tragaba)
prometía superar estos recuerdos
una y otra vez -así por siempre-
y aunque yo sabía la mentira me entregaba.

Hacia el sur
-que tal parece es el sitio que nos toca-
está el volcán que fascinaba
y me quitaba el aliento e iluminaba
y me quemaba la boca y provocaba.

Acariciando tus montes con mis palmas
aprendí a gozar del tesoro que tenía:
Esos pliegues sinuosos de tu espalda,
aún metidos aquí en medio de mi sueño.

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